La espía de cristal by Pere Cervantes

La espía de cristal by Pere Cervantes

autor:Pere Cervantes [Cervantes, Pere]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-06-01T00:00:00+00:00


* * *

No han transcurrido ni diez minutos desde que han salido de Pristina cuando la reportera repara en una discreta señal de carretera con un topónimo que nunca ha olvidado.

—¡Para, para! —El grito de Olga asusta a Panco, que aun así logra detener el vehículo de alquiler en el desvío hacia Podujevo—. Sigue recto.

—Pero ¿no vamos a Mitrovica?

—Antes debemos hacer una parada.

Una vez que se adentran en la población, descubren que lo que antaño era una aldea ahora es una pequeña ciudad. Olga persiste en su empeño todavía no desvelado y le pide a Panco que detenga el vehículo frente a una floristería. Poco después sale de ella sosteniendo un bonito ramo de orquídeas.

—No lo vamos a encontrar. Tal vez ni siquiera exista.

—Anda, no seas cenizo y tira para el ayuntamiento.

El edificio del consistorio ha envejecido mal. Al menos eso es lo que piensa Olga. No hay ni un alma en la puerta, pero logra escuchar una voz lejana. Su intuición la lleva hasta un despacho diáfano donde solo hay una mesa ocupada por un funcionario. La reportera tiene los nombres grabados a fuego en su memoria. No le cuesta ni un segundo preguntar por ellos al empleado, que teclea con dos dedos y una parsimonia exasperante. El tipo, de ropas humildes y rostro arrugado, le pide con la mano que espere. No habla inglés pero se hace entender. Cree saber quién puede ayudarla. Más pronto de lo que imaginaba, Olga abandona el edificio con una anotación en una cuartilla de papel reciclado. Mientras regresa al coche, escribe la dirección en el móvil y recibe como respuesta que apenas los separan dos kilómetros del destino elegido. Olga le guiña un ojo a Panco y a este no le queda más remedio que sonreír al tiempo que niega con la cabeza. Una vez más ha sucumbido a la terquedad de la Balcells.

El tiempo también ha pasado para la casa de los Subotic. Aunque mantiene la estructura y sigue estando flanqueada por los mismos robles, es evidente que ha sido reformada. Un Volvo destartalado con matrícula alemana está aparcado frente a la puerta de acceso. La puerta de la celosía está abierta y Olga no duda en entrar con el ramo en la mano. Su compañero sale del vehículo, se apoya en la carrocería y cruza los brazos sin dejar de mirar a la fotógrafa. Esta llama al timbre y, unos segundos después, una mujer de unos treinta años, vestida con un mono de jardinería y las manos llenas de tierra, la recibe con una sonrisa franca y la mirada puesta en el ramo de orquídeas. Aunque Olga se esfuerza por hacerse entender, la mujer no habla inglés. La reportera todavía retiene algunos términos serbios en su memoria y es capaz de decir: «Rata, mrtva beba, ovde. Subotic» —«guerra, niña muerta, aquí. Subotic»—. La mujer cambia su expresión y asiente confusa mientras, con un gesto, invita a que Olga deposite las flores en el jardín. Olga niega con la cabeza y le señala la segunda planta de la vivienda.



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