La construcción de uno mismo. La moral estética by Michel Onfray

La construcción de uno mismo. La moral estética by Michel Onfray

autor:Michel Onfray [Onfray, Michel]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


La historia, tal como es contada por Tito Livio, muestra el contrato, el lenguaje, y por lo tanto, la civilización, en el seno de esa violencia que es preciso contener. Sin diálogo, los albanos y los romanos podrían pagar el precio terrible de una guerra total, sin piedad. Las pérdidas de ambas partes serían inmensas, inconmensurables: guerreros valientes, soldados de la tropa, hombres de élite, bravos y osados. Además, ambos pueblos tienen sangre troyana. El conflicto enfrentaría a miembros de la misma familia. Y además, la debilidad que resultaría de esa guerra le haría el juego a los etruscos, que sólo esperan ese desangramiento mutuo. El interés aconseja, pues, la moderación. Pero esta exige olvidar las heridas del honor, los diferendos que provocaron la batalla: se necesita un modus vivendi. La fórmula de este arreglo corresponde a Albano Metio: que cada pueblo nombre representantes, forma agónica del analogon, para que se enfrenten en un combate singular. Los vencedores llevarán a los suyos a la victoria. Pero que se envíe a guerrear a los trillizos. Porque el singular azar, escribe el memorialista, quiere que tanto en el pueblo de Alba como en el pueblo de Roma existan tres gemelos de fuerzas iguales y edades idénticas. Antes del choque de armas, las autoridades se encuentran y deciden la modalidades de la operación: el ganador somete al perdedor, total y absolutamente. Se establece un contrato, cuyo texto parece ser el convenio más antiguo que se recuerda y se conserva. En cierto modo, es la base del contrato social: la cesión del poder a cambio de orden, la voluntad de hacer callar la violencia y la brutalidad ante los términos escritos de un compromiso. Un recurso que ordena la fuerza, el combate. El origen de la ley aparece como una administración de la fuerza. La economía de un gran derroche, su disminución, es la genealogía de la moral.

El rey arma a los combatientes, los inviste de un poder simbólico de representación y los envía a la liza. El juramento tiene fuerza de ley, la palabra empeñada es irreversible. Luego, el jurista especializado en fórmulas que consagran y confieren validez a la guerra, para dar forma al compromiso frente al pueblo, lo invita a masacrar a los romanos si estos no cumplen con sus promesas. Para rubricar la decisión, mata a un cerdo de una pedrada, y declara que eso les ocurrirá a los rivales si fallan.

Comienza la batalla. Bravura, valentía, terror, coraje, por supuesto. Y luego, heridas. Muy pronto corre sangre. Los tres albanos son heridos; dos romanos mueren. Donde puede verse que tres debilidades son menos eficaces que una sola fuerza cuando se une a la astucia: el último de los Horacios, que combate por Roma, huye. Su repliegue es estratégico: en la retirada, arrincona uno a uno a los Curiacios, diversamente debilitados. Así, provoca tres combates, en forma aislada en el espacio, y por lo tanto, en el tiempo. La victoria le resulta fácil: en cada enfrentamiento, hay un hombre fuerte contra un hombre débil.



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