Inocentes y otras by Dana Spiotta

Inocentes y otras by Dana Spiotta

autor:Dana Spiotta
La lengua: spa
Format: epub
editor: Turner Publicaciones
publicado: 2016-04-26T00:00:00+00:00


Jelly después de Oz

Dos años después de que Jelly y Oz rompieran, un día Jelly volvió a casa desde el call center y vio que tenía un mensaje. Una de sus amigas del instituto, Lizzie, se había mudado a Los Ángeles para ser actriz. Lizzie llamaba a Jelly cada dos o tres semanas y pasaban una hora o así hablando. Era el único lujo que se permitía Jelly. Lizzie no conseguía demasiados papeles, y trabajaba media jornada limpiando casas. Siempre andaba sin blanca, de modo que Jelly le devolvía la llamada, que se cargaba a su factura.

Ese día, cuando Jelly la llamó, Lizzie estaba muy excitada.

−¡Adivina qué ha pasado! −le dijo.

−¿Qué ha pasado?

−Estaba limpiando una casa preciosa, increíble de verdad, en Mulholland. Estaba yo con tres chicas más.

−¿La casa de Marlon Brando? −preguntó Jelly.

−No, no era la casa de nadie, pero escucha.

−¿Qué?

Jelly estaba lavando los platos mientras hablaba, con el teléfono encajado entre el hombro y la oreja, y el grifo no demasiado abierto para oír mejor.

−Estoy en el despacho que hay junto al dormitorio quitando el polvo y de pronto me fijo en un archivo de fichas giratorio enorme, lleno de números escritos a mano.

−¿Y qué? −preguntó Jelly−. Creía que ibas a decirme que encontraste un cajón lleno de látigos, o algo así.

−Bah, todos tienen ese cajón, créeme. No, me puse a curiosear en las fichas y no te creerás de quién eran los números...

−¿De quién?

−De Jack Nicholson, de Warren Beatty, de Robert Evans...

Jelly sacó varias verduras del cajón de la nevera y las limpió en el colador, debajo del grifo.

−Ya veo en qué círculos se mueve −dijo Jelly−. ¿Cómo se llama?

−Ni idea, pero no te sonaría. Espera, creo que está en el plan de limpieza.

Jelly se cambió el teléfono de hombro y de oreja, y empezó a distribuir las hortalizas sobre la tabla de cortar.

−Se llama David Weintraub.

−Es un productor, un productor muy importante −dijo Jelly.

−¿Y tú cómo sabes eso?

−¿Que cómo lo sé? Pues porque leo los créditos −respondió Jelly. Al recuperar la vista, Jelly se había emocionado tanto de poder volver a leer que siempre que iba al cine se quedaba hasta el final y leía todos los nombres de los créditos.

−Y porque ves más películas que nadie.

Jelly cortó las cebollas en juliana. El vapor le llegó a la cara y se sorbió la nariz.

−¿Llamo a uno de esos números? Aunque ¿qué diría? −preguntó Lizzie−. '¿Oye, dame trabajo?' −añadió, riendo−. Además, no puedes llamar a alguien tan famoso. Te colgaría en los morros, o supongo que cogería el teléfono la secretaria.

Jelly dejó de cortar verduras, abrió el grifo y se lavó los dedos. Finalmente se sentó.

−Oye, ¿sabes qué?

−¿Qué? −preguntó Lizzie.

−La próxima vez que vayas a casa de ese tío, o a cualquier otra casa realmente lujosa, anota algunos de esos números para mí. Los nombres y los números.

−Vale −dijo Lizzie.

−Pero no quiero a los famosos, los nombres de relumbrón, sino los otros, los que no te suenen.

−Mira que eres rarita, Amy.

Cuando Lizzie le pasaba algunos números, Jelly se dedicaba a investigar.



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