9788498057706 by Guillermo Juan Morado

9788498057706 by Guillermo Juan Morado

autor:Guillermo Juan Morado
La lengua: eng
Format: epub
publicado: 2016-11-02T12:43:10+00:00


21. Comunidad y comunión

Toda la obra de Jesús mira a reunir al pueblo escatológico de Dios, a congregar a los que estaban dispersos. Cristo es el punto de reunión que, haciéndonos su cuerpo, nos inserta en el nosotros de la Iglesia, en el que somos “uno solo en Cristo Jesús” ( Gal 3,16.26-29).

La barrera aparentemente insuperable del yo “es salvada y puede ser salvada porque Jesús ha sido el primero en querer abrirse todo él, nos ha acogido a todos dentro de él y se ha dado totalmente a nosotros” (J. Ratzinger). Esta dinámica de apertura a los otros para llegar a ser un cuerpo con Cristo hace posible formar una unidad en la que la individualidad es expropiada en favor de la comunidad.

Por su configuración eclesial, el acto de creer tiene una estructura comunitaria y comunional, ya que la Iglesia es un sujeto colectivo unido, la comunidad de creyentes en Cristo, y un misterio de comunión. Como afirma el Catecismo : “Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo”.

La revelación está dirigida al hombre, que es su destinatario. Al hombre concreto, una de cuyas relaciones constitutivas es la sociabilidad, la comunionalidad, la apertura a los demás.

Un hecho tan básico como el nacimiento nos remite a otros: “Nacemos de otros, o incluso no nacemos, sino que ‘somos nacidos’, tal como se expresa en latín y en las lenguas anglosajonas (inglés y alemán)”, escribe el filósofo G. Amengual. El individuo humano, que nace indefenso, no podría sobrevivir sin la ayuda de los otros; en especial, sin la ayuda de la madre.

También el aprendizaje, necesario para desenvolverse en la vida, es una realidad que se recibe de otros, ya que la formación del individuo se lleva a cabo a través de la relación interpersonal y social. El proceso de individualización es, de este modo, inseparablemente, un proceso de socialización, de integración en una comunidad humana, con su cultura, sus valores y sus pautas de conducta. En todo este proceso cumple un papel de primera importancia, como ya hemos indicado, el lenguaje.

Desde la perspectiva teológica, “el fondo del ser es comunión” (H. de Lubac). Desde el punto de vista de su objeto, la fe es comunión porque se apoya en la Trinidad de Dios, en la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, pues, como confiesa la Fides Damasi, “Dios es único, pero no solitario”.

Desde el punto de vista del sujeto, el yo de las fórmulas del credo es “el yo de la Iglesia creyente, al que pertenecen todos los yo particulares en cuanto creyentes” (J. Ratzinger).

La fe es un don de Dios, pero un don que es entregado a la Iglesia, y a cada creyente en tanto que es recibido en la comunión de la Iglesia. La unidad del objeto de la fe –la Trinidad– es la causa que determina la unidad del sujeto creyente –la Iglesia–.



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