Imperios by Jane Burbank & Frederick Cooper

Imperios by Jane Burbank & Frederick Cooper

autor:Jane Burbank & Frederick Cooper [Burbank, Jane & Cooper, Frederick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


El poder imperial y la revolución norteamericana

Los lazos comerciales centrados en Gran Bretaña unían lo que Edmund Burke ha llamado un «amasijo tremendo y extrañamente diversificado»: productores de azúcar esclavistas, labradores de Nueva Inglaterra, nababs de la India, marineros, pescadores, comerciantes, campesinos y esclavos. La población europea de las colonias norteamericanas aumentó entre 1700 y 1770 de doscientos cincuenta mil a dos millones ciento cincuenta mil personas, más de una cuarta parte de la población de la propia Gran Bretaña. Las exportaciones procedentes de Inglaterra y Gales hacia las trece colonias se triplicaron entre 1735 y 1785, en medio de los conflictos políticos. Fue en 1773 cuando por vez primera se hizo referencia a «ese vasto imperio en el que nunca se pone el sol». Algunos escritores ingleses se veían a sí mismos como herederos de la república romana. Como ha señalado David Armitage, el Estado británico no fue «un logro ni exclusivamente de la metrópoli ni exclusivamente de las provincias; fue una concepción común del imperio británico».

Donde los esclavos eran numéricamente predominantes, como en el Caribe, el temor a su rebelión —y la vulnerabilidad de las islas ricas ante otros imperios— hizo que los blancos necesitaran la seguridad del contacto con el imperio. Los colonos de Norteamérica, enfrentados a poblaciones indígenas importantes, tenían unas opciones diferentes y contradictorias ante ese mismo imperio. Los nativos podían ser peligrosos, de ahí que la presencia de un ejército imperial fuera necesaria; pero podían ser socios comerciales muy útiles, capaces de desempeñar un papel complementario dentro de una economía imperial. Sin embargo, las tierras de los indígenas resultaban apetecibles para los colonos, que empujaron a las autoridades imperiales a intervenir en conflictos que no habrían deseado necesariamente. El gobierno británico consideraba a los indígenas de sus colonias súbditos del rey, mientras que las tribus que habitaban fuera de las fronteras de las colonias pensaba que estaban bajo la «protección» del rey. Al término de la guerra de los Siete Años —durante la cual franceses y británicos buscaron alianzas con distintos grupos indios y combatieron a los que se situaron en el bando contrario—, el gobierno británico trazó una línea al oeste de la cual los colonos tenían prohibido establecerse, con la esperanza de mitigar los choques motivados por las tierras al tiempo que reservaba para la corona —no para los gobiernos locales— el derecho exclusivo a negociar con los indios. Esta medida se convirtió en una fuente de conflicto entre el gobierno y los colonos, exacerbado por las frecuentes violaciones de la norma por parte de estos últimos, deseosos de comprar las tierras de los fértiles valles del interior o de adueñarse de ellas.



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