Ibiza by Fx Altron

Ibiza by Fx Altron

autor:Fx Altron
La lengua: spa
Format: epub
editor: Letrame Grupo Editorial
publicado: 2020-12-09T09:26:16+00:00


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PRESENTE

Últimamente Ethan venía arrastrando una salud de hierro en caída libre y ya se sabe que el hierro pesa mucho, por lo que su salud se despeñaba bastante más rápido de lo deseado.

Los achaques se sucedían uno tras otro con la regularidad de un cronometro suizo, cuando mejoraba alguna parte de su cuerpo, empeoraba otra y cuando no era la próstata la que le amargaba las noches eran los reumatismos los que le traían de cabeza a lo largo del día. Su carácter se había vuelto irritable y se estaba avinagrando a marchas forzadas.

A él, ya de por sí de naturaleza claramente hipocondríaca, cuando le diagnosticaron hipertensión, perdió el culo en familiarizarse con términos como ataque cardíaco, ictus, apoplejía, infracto de miocardio, trastornos de ansiedad y cuadros depresivos. El pánico a morirse súbitamente se instaló a vivir en el salón de su casa y paradójicamente el miedo a sufrir una enfermedad irremediable le estaba matando poco a poco.

Cuando a finales de abril del año 2009 inició su expansión la gripe aviar, tuvo la certeza de que sus días estaban contados. Llamó de inmediato a su médico de cabecera.

—Doctor, no quiero morir —exclamó alterado cuando el matasanos atendió su llamada.

—No se preocupe, la zona en la que usted vive está libre de contagios —informó el galeno tratando de tranquilizar una vez más a su atípico paciente y a quien las llamadas intempestivas del paranoico australiano a cualquier hora del día o de la noche le producían auténticas jaquecas.

—De momento, ¿pero puede garantizarme que estaré a salvo? —insistió Ethan dejando entrever el pánico que le producía la sola idea de contagiarse con cualquier tipo de virus.

—Obviamente, siempre existe un riesgo por pequeño que sea —comentó el doctor con voz pausada antes de añadir—, pero en su caso esa posibilidad es casi inexistente.

—¿Qué puedo hacer? —suplicó Ethan al borde del llanto.

—Bueno, dejar de preocuparse sería un buen comienzo y bien entendido no olvidar tomarse las medicinas que le receté para calmar la ansiedad —respondió el galeno consciente de que poco se podía hacer para ayudar a alguien tan sugestionable como el australiano. Porque el médico sabía por experiencia que a la gran mayoría de hipocondríacos el miedo infundado a enfermar acaba haciendo que enfermen.

A partir de ahí, las cosas fueron a peor. Ethan solo había retenido dos palabras de la conversación: riesgo y casi. Y para empeorar la situación, cuando constató que ya no quedaban mascarillas disponibles en ninguna farmacia de la isla con las que protegerse de gérmenes y microbios, los impulsos suicidas hicieron acto de presencia.

—¿Cuál es la manera menos dolorosa de suicidarse? —se preguntó angustiado.

Sin perder ni un solo minuto, se puso a estudiar el tema con la ansiedad que le caracterizaba.

Así que, por si todo eso no fuese suficiente, para acabar de disparar su imparable paranoia, a la mañana siguiente se acercaron a visitarle Mahé y Didier.

—¿Te encuentras bien? —inquirió este último.

—¿Por qué lo dices? —se inquietó Ethan al borde de un ataque de nervios.

—Estás pálido —comentó Didier de pasada—.



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