Historias de Roma by Enric González

Historias de Roma by Enric González

autor:Enric González [González, Enric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Biografía, Viajes
publicado: 2010-04-30T22:00:00+00:00


7

Una tarde, yendo hacia mi oficina en La Repubblica, vi a un chaval que forcejeaba con la puerta de un coche en el aparcamiento de la estación de Termini. Dos carabinieri se acercaron al chaval por detrás, le agarraron de los brazos y le esposaron con las manos a la espalda. No era nada, una simple estampa ciudadana. Pero soy de los que por no ir al trabajo están dispuestos a entretenerse con cualquier cosa, y me quedé observando.

Uno de los agentes se alejó y el otro, con el detenido, se encaminó a la comisaría de la estación. Iban andando cuando sonó un móvil, el del carabiniere. Se lo acercó al oído y dijo «ah, sí, mamma», al tiempo que dirigía un gesto de disculpa al joven revientacoches. El chaval asintió, comprensivo, y permaneció a la espera, mirando alternativamente el cielo y sus zapatos, mientras el carabiniere recibía de su madre lo que, por las muecas, interpreté como una reprimenda. Al cabo de unos minutos colgó y pidió disculpas al detenido:

—Scusami, lo sai come sonno le mamme…

—Lo so, lo so, signor carabiniere, per carità… —respondió el preso, con un gesto de infinita comprensión.

Roma tiene estas cosas: instantes dulces de comedia antigua, escenas que deberían transcurrir en blanco y negro. No conozco a ningún español que se haya instalado en Roma en estos últimos años y haya podido evitar la sensación de haber viajado atrás en el tiempo, hasta los años sesenta. Dicho así, el comentario podría sonar negativo. No lo es. Uno lamenta volver a los sesenta cuando tiene que tratar con un banco (bastantes oficinas, sobre todo en el sur, permanecen ajenas a la informática), con la administración pública o con el servicio de Correos, pero no en otras ocasiones.

Lo de las madres italianas será un tópico, pero resulta rigurosamente cierto. Juan Lara, periodista de la agencia Efe y experto vaticanista, vivió una de esas situaciones maternas. Viajaba en autobús y en una parada el conductor dejó su asiento para dirigirse a los viajeros. Les explicó que su madre estaba enferma y vivía cerca de allí. ¿No les importaría que se desviara un momento de su ruta para visitarla? El pasaje, al parecer, no puso objeciones. El autobusero dejó su ruta, condujo hasta el domicilio materno, aparcó delante del portal (en doble fila, por supuesto) y subió a hacer la visita, mientras la clientela esperaba en su asiento o fumaba un pitillito en la puerta. Un cuarto de hora más tarde, con el deber cumplido, el conductor regresó y dio las gracias al personal por su paciencia. El personal, a su vez, le premió con un aplauso: madre no hay más que una.

En 1964, el ilustre periodista Luigi Barzini (1908-1984) escribió, en inglés, The italians, un libro que en algunos aspectos sigue siendo muy útil. Barzini afirmaba que «la familia italiana es la única institución fundamental en el país», y ofrecía algunas explicaciones: «No resulta sorprendente que los italianos, viviendo, como siempre lo han hecho, entre la inseguridad y



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