Historia de la columna infame by Alessandro Manzoni

Historia de la columna infame by Alessandro Manzoni

autor:Alessandro Manzoni [Manzoni, Alessandro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1842-01-01T05:00:00+00:00


4

El auditor acudió con los esbirros a casa de Mora y lo encontraron en la botica. Otro reo que no pensaba huir ni esconderse aunque su cómplice permaneciese en prisión desde hacía cuatro días. Con él estaba uno de sus hijos y el auditor ordenó que los arrestaran a los dos.

Verri encontró en los libros parroquiales de San Lorenzo que el infeliz barbero también tenía tres hijas: una de catorce años, una de doce y otra que ya había cumplido los seis. Impresionar ver que un hombre rico, noble, célebre, con una dignidad pública, se tomase el trabajo de ahondar en la memoria de una familia pobre, oscura, olvidada, ¿qué digo? infame; y en medio de una posteridad ciega y tenaz heredera de la estulta execración de los antepasados, buscar nuevos argumentos para una compasión generosa y sabia. Es verdad que no es razonable oponer compasión a justicia, justicia que debe castigar aunque se vea obligada a lamentar, y no sería justicia si pretendiera condonar las penas de los culpables por el dolor de los inocentes. Pero contra la violencia y el fraude, la compasión también es una razón. Y si sólo hubiesen existido aquellas primeras angustias de una mujer y una madre, aquella revelación de un nuevo espanto, y del nuevo llanto de unas niñas que veían cómo apresaban a su padre, a su hermano, cómo los ataban y trataban como delincuentes, la carga sería terrible para aquellos que no tenían de la justicia el deber, y menos de la ley el permiso, de hacer lo que hicieron.

Porque para proceder al apresamiento, como es lógico, se requerían indicios. Y aquí no había ni fama, ni fuga, ni querella de un ofendido, ni acusación de persona digna de confianza, ni declaración de testigos; no había cuerpo del delito; sólo había lo que declaró un presunto cómplice. Y para que una declaración tal, que no tenía ningún valor, pudiese dar al juez la facultad de proceder, eran necesarias muchas condiciones. Tendremos ocasión de ver que se incumplió más de una que era esencial, y podríamos demostrarlo de muchas otras. Pero no hay necesidad, porque aunque todas se hubiesen cumplido puntualmente, en este caso existía una circunstancia que hacía que la acusación fuese radical e irremediablemente nula: se hizo después de una promesa de inmunidad. «A aquel que confiese con la esperanza de inmunidad, concedida por la ley o prometida por el juez, no se le crea nada contra los imputados», dice Farinacci.[56] Y Bossi: «Se puede oponer al testimonio que aquel que ha dicho, lo haya dicho para que se le prometa inmunidad… mientras que un testimonio debe hablar sinceramente y no con la esperanza de una ventaja… Y esto vale también para los casos en los que, por otras razones, se puede hacer excepción a la regla que excluye al cómplice de declarar… porque aquel que declara por una promesa de inmunidad se llama corrupto y su palabra no vale nada».[57] Y era doctrina unánimemente aceptada.

Mientras se preparaban para inspeccionarlo



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