Haz que suceda by W. Ama

Haz que suceda by W. Ama

autor:W. Ama [Ama, W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-01T00:00:00+00:00


Capítulo 15

Una larga noche de verano

Mucho antes de que Geraldine recorriera el pasillo que separaba sus habitaciones, María escribió un mensaje a sus amigas. Después de la inesperada aventura, por fin había conseguido la dirección: el 32 de la Rue de Sdreu.

Al terminar de teclear la calle y de llenar de palmadas y corazones el resto del mensaje, la chica se quedó sentada en la cama, en la penumbra de su habitación. La lámpara de la mesilla permanecía apagada. Tal y como había acordado con Geraldine, tenían que hacerse las dormidas: nada de luz ni de ruidos.

Con el móvil en la mano, era la luz de la pantalla la que iluminaba la sonrisa de María, que esperaba los mensajes de contestación de sus amigas.

Sin embargo, pasado un rato, la chica abandonó el móvil sobre la mesilla. Nadie decía nada.

María se metió en la cama. Guardó la carta debajo de su almohada y se tapó con las sábanas.

Eran cerca de las tres y se caía de sueño. Aunque hacía todo lo posible por permanecer despierta, los ojos se le cerraban sin remedio. Y encima, Geraldine, pese a que le había asegurado que vendría esa noche para hablar sobre la carta, no aparecía. ¿Se habría quedado dormida?

Bostezó. El silencio de la noche tampoco le ayudaba a mantenerse despierta. Salvo por algún lejano maullido de gatos callejeros, todo permanecía en calma, estático, como si la ciudad entera estuviera paralizada.

A las tres y media pasadas, desde la oscuridad, la puerta de la habitación comenzó a abrirse lentamente.

—Soy yo… —susurró Geraldine.

María oyó unos pasos que se acercaban.

—Por fin has venido. —Se incorporó.

—He buscado dónde está la calle. —Geraldine se sentó en el borde de la cama y encendió su móvil para mostrarle algo—. Mira este mapa: la calle que buscamos está junto al parque Thabor.

A María le gustó ver a Geraldine tan entusiasmada, incluso ya había buscado dónde estaba la calle.

Pero, sobre todo, a María lo que le había hecho mucha ilusión era la frase: «la calle que buscamos». Al escucharla se sintió acompañada en esa aventura de devolver la carta. Tal vez ya no tendría que ir ella sola.

—Tendremos que encontrar la manera de llegar hasta ahí, porque está a una distancia de siete kilómetros —Geraldine volvió a hablar en plural.

—Sería un paseo demasiado largo… espero que ya no haya huelga de autobuses. —María recordó que la ciudad entera seguía con huelgas y protestas esos días.

—¿Tienes el sobre? —La francesa apagó el móvil y sacó del bolsillo de su pijama una pequeña linterna.

—Sí, lo tengo aquí, debajo de la almohada. —María lo sacó.

—Déjame verlo. —Geraldine se lo arrebató de las manos, rápidamente.

—¿Qué haces? ¡No lo abras! —le advirtió María.

Pero sus palabras habían llegado demasiado tarde. Al rasgarlo, el ruido fue tan suave como el aleteo de una mariposa.

—¿Por qué no abrirlo? —replicó Geraldine mientras sacaba del interior del sobre una hoja perfectamente doblada—. ¿Cómo quieres que la leamos?

A María aquella actitud de su amiga le había pillado desprevenida. En sus planes no entraba abrir el sobre ni leer la carta.



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