Hacia Rutas Salvajes by Jon Krakauer

Hacia Rutas Salvajes by Jon Krakauer

autor:Jon Krakauer [Krakauer, Jon]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: spanish
ISBN: 9788498721621
editor: Ediciones B
publicado: 2009-03-14T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 12

ANNANDALE

Más que el amor, el dinero o la fama, deseo la verdad. Me senté a una mesa donde había manjares exquisitos y vino en abundancia, rodeado de comensales obsequiosos, pero carente de verdad y sinceridad. Me alejé de esa mesa inhóspita sintiendo todavía hambre. La hospitalidad era tan fría como el hielo.

HENRY DAVID THOREAU,

Walden o la vida en los bosques

[Pasaje subrayado en uno de los libros que se encontraron junto a los restos de Chris McCandless.

En el margen superior, McCandless había escrito con grandes letras mayúsculas la palabra «VERDAD».]

Los niños son inocentes y aman la justicia, mientras que la mayoría de nosotros somos malvados y por esa razón preferimos el perdón.

G. K. CHESTERTON

En 1986, durante el sofocante y veraniego fin de semana en que Chris se había graduado en el instituto Woodson, Walt y Billie organizaron una fiesta para celebrarlo. El cumpleaños de Walt había sido unos días antes, el 10 de junio, y Chris aprovechó la fiesta para regalar a su padre un carísimo telescopio Questar.

«Recuerdo que cuando le regaló el telescopio a papá estaba sentada ahí —explica Carine—. Chris había tomado unas cuantas copas y estaba bastante bebido. Se puso muy sentimental. Apenas podía contener las lágrimas cuando dijo que, pese a las diferencias que habían tenido a lo largo de los años, agradecía mucho todo lo que papá había hecho por él. Chris dijo que lo respetaba enormemente pues, tras empezar de la nada, había logrado ir a la universidad y se había deslomado para mantener a sus ocho hijos. Fue un discurso muy emotivo. A todo el mundo se le hizo un nudo en la garganta. Después de esa fiesta, se fue de viaje.»

Walt y Billie no intentaron impedir que se marchara, aunque lo convencieron de que se llevara la tarjeta de crédito Texaco de Walt, por si tenía alguna emergencia, y le hicieron prometer que telefonearía cada tres días.

«Tuvimos el corazón en un puño todo el tiempo que estuvo fuera —dice Walt—, pero no había manera humana de detenerlo.»

Tras abandonar Virginia, Chris se dirigió primero hacia el sur y luego hacia el oeste. Cruzó las desoladas llanuras de Texas, soportó el intenso calor de Nuevo México y Arizona y llegó hasta la costa del Pacífico. Al principio cumplió con su palabra de telefonear con regularidad, pero las llamadas fueron espaciándose a medida que el verano avanzaba. No volvió a aparecer por Annandale hasta que faltaban dos días para el comienzo del curso universitario en Emory. Cuando entró en su casa, Chris llevaba una barba descuidada y el pelo largo y desgreñado. Se lo veía más delgado que nunca, pues había perdido 13 kilos de peso.

«En cuanto oí que había llegado, corrí a su habitación para hablar con él —explica Carine—. Estaba tumbado en la cama, adormecido. Había adelgazado tanto que parecía la viva imagen de una de esas pinturas que representan a Jesús en la cruz. Cuando mamá vio que sólo era piel y huesos, casi se murió del disgusto. Se puso a cocinar y lo atiborró de comida para intentar que recuperara un poco de peso.



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