(Georges Dupin 02) Muerte en las islas by Jean-luc Bannalec

(Georges Dupin 02) Muerte en las islas by Jean-luc Bannalec

autor:Jean-luc Bannalec [Bannalec, Jean-luc]
Format: epub
Tags: det_crime
editor: www.papyrefb2.net


—Hablamos de las caballas. De mariscar con marea viva. Del tiempo, de la tormenta que se avecinaba. De esas cosas. Ah, y de las elecciones, claro. ¡Las elecciones! Y del precio de la langosta. Al final, también de los percebes.

—¿De los percebes?

—Sí, ya sabe, ¡los reyes del marisco! Son difíciles de coger. Crecen en lugares muy inaccesibles durante tres meses al año. Los japoneses nos los compran a trescientos euros el kilo, una exquisitez para preparar sushi. Seguro que ha oído contar cosas de ellos, en París...

—¿Trescientos euros el kilo?

—Y más. Son muy sabrosos y tienen un alto contenido en yodo. Los de las Glénan son muy apreciados.

—¿Ninguno de los dos dijo qué pensaban hacer el fin de semana? ¿O mencionó a Pajot?

—No, ninguno de los dos. Pero tampoco hubo ocasión.

—¿Qué quiere decir?

—No fue una noche normal, como las de costumbre.

—Bien. Gracias de nuevo. Adiós.

Dio la impresión de que Du Marhallac’h iba a añadir algo, pero Dupin se marchó de todos modos.

Necesitaba un café urgentemente. Ya lo necesitaba antes de la entrevista. La oficina del alcalde olía un poco raro, casi parecido a la comisaría; quizá usaban el mismo producto de limpieza. Dupin se alegró de poder tomar el aire, que en La Fôret-Fouesnant estaba perfumado con el aroma de las hortensias en flor a principios de mayo.

Fue directamente al coche, se montó, toqueteó las teclas diminutas del manos libres y arrancó.

—¿Nolwenn? Quiero hablar con el doctor Menn, Devan Menn. Tiene la consulta y la residencia en Sainte-Marine.

—Le envío los números por SMS, señor comisario, así lo llama usted directamente. El de la consulta y el de su casa.

—Muy bien. Y quiero ver a un tal Marc Leussot, un investigador del Instituto Marino. Esté donde esté. La secretaria del Instituto me ha dicho que estaba «realizando estudios de campo» en el mar.

—Lo avisaré de inmediato. Ya hemos hablado con los compañeros de París y están investigando los negocios de Medimare en la capital. La sede central de la empresa está en el Distrito VI, cerca de Luxemburgo.

Dupin tuvo que reconocer que seguía poniéndose un poco nostálgico y sentimental cuando oía hablar de los jardines de Luxemburgo. Él vivía a tres minutos de distancia, en la place Saint Sulpice, y se crió a tan solo dos minutos, en la place de l’Odéon. El parque estaba lleno de recuerdos fantásticos.

—Muy bien.

—Ha llamado su madre otra vez.

—Mierda.

Había vuelto a olvidarse de ella.

—Le he dicho que está usted investigando un caso complicado. Pero, y cito textualmente, da «por sentado que la llamará de todos modos».

Era increíble, pero no lo sorprendió.

—Me ha preguntado si en el hotel Sables Blancs hay albornoces. Y «salón». Y «un buen restaurante».

En el tono de voz se notaba que a Nolwenn le hacían gracia esas preguntas.

—Quería quedar allí con «una vieja amiga». Llega dentro de dos días y aún tiene que aclarar algunas cuestiones.



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