Estuche regalo colección Ana, la de Tejas Verdes by Ángela Esteller García

Estuche regalo colección Ana, la de Tejas Verdes by Ángela Esteller García

autor:Ángela Esteller García [Lucy-Maud Montgomery]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788419521392
editor: Duomo ediciones
publicado: 2022-11-02T00:00:00+00:00


Capítulo 14

Un peligro sorteado

Un viernes por la tarde, Ana volvía de la estafeta de correos por el camino de regreso a casa cuando se le unió la señora Lynde, quien, como ya era habitual, cargaba con sus preocupaciones y chismorreos.

—Acabo de estar en casa de Timothy Cotton para ver si Alice Louise puede venir a ayudarme unos días —dijo—. La tuve la semana pasada, y aunque es muy lenta, es mejor que nada. Pero está enferma y no puede venir. Timothy estaba allí sentado, también tosiendo y quejándose. Lleva muriéndose diez años y estará así otros diez más. Los de su calaña no hacen nada bien, ni siquiera morirse… Son una familia de vagos y solo Dios sabe qué será de ellos. —La señora Lynde suspiró, como si dudara de que la providencia tuviera en cuenta el asunto—. Marilla fue a visitarse por los ojos el pasado martes, ¿verdad? ¿Qué piensa el especialista? —continuó.

—Pues quedó muy satisfecho —dijo Ana con alegría—. Afirma que sus ojos han mejorado y que cree que el peligro de la pérdida completa de la visión es cosa del pasado. Pero también dijo que ya no podrá leer mucho ni volver a hacer trabajos de costura. ¿Cómo van los preparativos para su venta benéfica?

La Sociedad de Damas de Ayuda estaba preparando una feria y una cena, y la señora Lynde estaba al frente de la empresa.

—Bastante bien…, lo que me recuerda que la señora Allan piensa que estaría genial decorar una caseta como cocina antigua y servir una cena de judías, rosquillas, pastel y cosas por el estilo. Estamos recogiendo accesorios antiguos. La esposa de Simon Fletcher nos va a prestar las alfombras trenzadas de su madre; la esposa de Levi Boulter, algunas sillas viejas, y la tía Mary Shaw nos dejará su vieja alacena con puertas de vidrio. Supongo que Marilla permitirá que utilicemos sus candelabros de bronce, ¿verdad? Y también queremos todos los platos antiguos que podamos encontrar. En especial, a la señora Allan le haría mucha ilusión una verdadera fuente de porcelana azul. Pero me parece que nadie tiene una. ¿Sabes dónde la podríamos encontrar?

—La señorita Josephine Barry tiene una. Le escribiré pidiéndole que nos la preste para la ocasión —respondió Ana.

—Bueno, te agradecería que lo hicieras. Supongo que celebraremos esa cena dentro de unos quince días. El tío Abe Andrews ha vaticinado tempestades y tormentas para esa época, así que seguro que tendremos buen tiempo.

Se debe decir que el susodicho «tío Abe», como el resto de los elegidos, no era profeta en su tierra. En realidad, la mayoría se lo tomaban a guasa, puesto que pocas de sus predicciones meteorológicas se cumplían. El señor Elisha Wright, que se tenía por el ingenioso del pueblo, acostumbraba a decir que en Avonlea nadie miraba los periódicos de Charlottetown para conocer el estado del tiempo. No, sencillamente, se lo preguntaban a tío Abe y esperaban lo contrario. Tío Abe no se dejaba amedrentar y seguía ofreciendo sus pronósticos.

—Queremos celebrar la feria antes de las elecciones —continuó la señora Lynde—.



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