Envueltos en misterio by Ruth Langan

Envueltos en misterio by Ruth Langan

autor:Ruth Langan
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2015-03-10T00:00:00+00:00


Capítulo 9

En eL instante en que la boca se cerró sobre la suya, el corazón de Courtney dio un salto mortal. Olvidó las palabras que había estado a punto de decir. También el timón. Aunque mantuvo la mano firmemente cerrada en torno a él, no fue consciente de nada salvo del vaivén de la embarcación. Sus emociones, siempre tan controladas, comenzaron a liberarse, dejándola extrañamente desorientada.

En vez de soltarla, él ahondó el beso. De algún modo, los brazos de ella encontraron el camino hacia su cuello y aguantó mientras la llevaba en la cabalgata más increíble de su vida. Mientras sus labios la tentaban, sus manos se movían por la piel desnuda, dejando un sendero de fuego a su paso. Y cómo la tocaba. Con atrevimiento. Como un hombre hambriento de ese contacto.

Cuando al fin él alzó la cabeza, fue para darle unos besos encendidos y húmedos por el cuello, hasta llegar al punto en que sus latidos parecían un martillo neumático.

—¿Sigues con deseos de amotinarte?

Courtney logró esbozar una risa trémula.

—No estoy segura de que quiera compartir contigo cómo me siento ahora.

Él le dio más besos en el cuello.

—Yo compartiré si tú lo haces.

—De acuerdo —alzó las manos a su torso para apartarlo un poco—. Tú primero.

—Te crees astuta, ¿verdad? De acuerdo. Compartiré —hizo una mínima pausa—. Me siento un poco aturdido. Como si tuviera que saber qué hacer a continuación, pero sin lograr descifrarlo. Como un hombre ante un banquete, ansioso de disfrutar del festín, pero, al mismo tiempo, temeroso de reconocer lo hambriento que está. Me deslumbras, Courtney. Y me asustas —le tomó las manos y le dio un beso en cada palma, sin dejar de mirarla a los ojos.

Ella las apartó como si acabara de quemarse.

—No hagas eso.

El tono en su voz lo alertó de que había algo más que pasión. ¿Eso que veía en sus ojos era pánico? ¿Dolor?

—¿Hacer qué?

—Manipularme de esa manera —cerró las manos sobre su regazo para evitar que se las volviera a tomar—. Para ti no es más que un juego, ¿verdad?

—¿Qué?

—La persecución. Seducir a la chica. Meterla en tu cama. Otra muesca en tu cinturón.

Él no se había movido. Pero Courtney pudo sentir que la evaluaba.

Cuando habló, lo hizo con voz distante. Y muy controlada.

—¿Quién te hizo eso?

—¿Qué?

—Herirte tanto como para conseguir que te niegues a confiar en tus propios sentimientos.

—No siento nada, salvo rubor por caer en un discurso tan trillado como el tuyo —se envolvió con la toalla de playa, luchando con su dignidad—. Nos hemos desviado del curso.

—No importa. Encontraremos nuestro camino de regreso. Estamos lo bastante cerca de la playa como para ver exactamente dónde nos encontramos. Me preocupa más lo nuestro.

—No hay nada «nuestro», Blair. No somos más que vecinos. Si uno de los dos quiere ser más, es una pena, porque el otro ya ha estado en ese juego.

—Un juego bastante duro, porque te ha dejado magullada y con cicatrices.

—Pero viva, gracias. Más vieja, pero más sabia.

—¿Es así el nombre que se le da al



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