Ella no esta by Tamsin Grey

Ella no esta by Tamsin Grey

autor:Tamsin Grey [Grey, Tamsin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


42

Partió en dirección a Southway Street con la esperanza de que Raff se hubiera ido a casa. Caminaba deprisa, emocionado mientras pensaba en su plan, pero, al volver a meterse las monedas en el bolsillo, sintió el bulto metálico de las llaves de casa y se dio cuenta de que Raff no podría entrar, ni siquiera por la parte de atrás, ahora que la valla de la Casa Rota había sido reparada. Se pasó las monedas al otro bolsillo para no llevar todo el peso en un mismo lado y, al hacerlo, recordó de pronto su sueño, el del monasterio tibetano. Un destello rojo y una mano que se abría y le mostraba algo; pero entonces se esfumó de nuevo. Intentó recordarlo, pero solo logró captar un retazo, una imagen fugaz; por el rabillo del ojo vio entonces a un adolescente, blanco y delgado, que cruzaba la carretera hacia él.

Fue como si el corazón le explotara en el pecho. Se detuvo, tembloroso, sabiendo que debería echar a correr, pero la fuerza del shock le impedía ejercer control sobre sus piernas. Claro que no iban a salir impunes: después de aquella patada, el adolescente delgado se pasaría la vida buscándolos. Probablemente el de las chanclas ya hubiera atrapado a Raff y lo tendría prisionero. Hasta que el otro chico no llegó a la acera y pasó junto a él sin mirarlo, no se dio cuenta de que no era el delgado de antes; no se parecía en nada a él.

Emprendió de nuevo la marcha, con el corazón aún acelerado y las piernas temblorosas. Tenía que encontrar a Raffy. No debería haber dejado que se fuera solo. ¿Y si el tío delgado ya lo había encontrado? ¿Y si, junto con su amigo el de las chanclas, estaba torturándolo en alguna parte? Una camioneta de helados pasó junto a él y la bocina con su alegre melodía le hizo dar un respingo. «¡Piruletas, niños! ¡Venid a por vuestras piruletas!». ¿Y si la camioneta del orfanato había venido y se lo había llevado cuando estaba solo? ¿Y si nunca más volvía a verlo?

Empezó a andar más despacio, tratando de respirar tranquilo. No existía la camioneta del orfanato. No existía el Capturador de niños. Y el tío delgado ya se habría olvidado de ellos. Raff estaría sentado en el escalón de la puerta, esperándolo. Siguió caminando, todavía con miedo. Los coches aparcados lo miraban con sus enormes ojos de cristal y sus bocas llenas de letras y números. ¿Debería mirar con más atención las letras y los números para tratar de averiguar qué intentaban decirle los coches? ¿Estarían los dioses con sus togas mirándolo desde arriba y negando con la cabeza?

Al llegar a Southway Street, vio a un par de okupas frente a su casa: Ilaria, con su habitual ropa blanca y mugrienta, y el de la cabeza rapada y los pendientes que estaba fumando en la puerta el lunes por la tarde. Ahora estaba liándose un cigarro, uno de esos grandes que le habían sentado mal a Lucy; chupaba el papelillo blanco y lo pegaba al otro extremo.



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