El secreto de Riverview College by Susanne Goga

El secreto de Riverview College by Susanne Goga

autor:Susanne Goga [Goga, Susanne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-02-01T00:00:00+00:00


20

A Matilda el corazón le latía agitadamente mientras avanzaba por la avenida Rosebery. Salir a cenar con un hombre que apenas conocía en una zona habitada por inmigrantes italianos no era algo que le resultara habitual. Miró a su alrededor, pero nadie parecía reparar en ella.

El profesor se levantó y abrió los brazos cuando entró en el restaurante. Luego inclinó la cabeza.

—Me declaro culpable de todos los cargos.

Matilda no contaba con ese gesto de derrota. Sonrió y le tendió la mano al profesor.

—¿Debo pronunciar ahora la sentencia?

Él miró fugazmente a su alrededor.

—Tal vez sería mejor que sacara el hacha cuando salgamos a la calle. Ahora le podría estropear el apetito a los demás comensales.

En ese momento, un camarero se acercó a ellos y tomó el abrigo de Matilda.

—¿Les acompaño a su mesa, signora e signor?

El Ristorante Roma estaba en la avenida Rosebery, no muy lejos del teatro de Sadler’s Wells. El profesor Fleming se había ofrecido cortésmente a ir a recogerla al tren subterráneo, pero Matilda había rehusado de forma igualmente cortés.

El salón estaba decorado de forma sencilla, con mobiliario italiano de madera de roble, y en las mesas había mantelerías con un estampado de cuadrados rojos y blancos que también se repetía en los cojines de las sillas. En las paredes colgaban panorámicas de Nápoles y Florencia, acompañadas de fotografías firmadas de cantantes de ópera. Las velas en las mesas creaban un ambiente acogedor, y el abrumador aroma a especias, queso y carne asada abrió el apetito a Matilda.

El camarero la acompañó la silla para que se sentara, encendió la vela de su mesa y les entregó la carta.

—¿Toma usted vino tinto?, —preguntó el profesor.

—Con mucho gusto, gracias.

Él pidió una botella de vino, y agua para acompañar.

—¿Conoce la cocina italiana? Si no, pregúnteme.

Se decidieron por antipasti misti, gnocchi con burro e salvia para Matilda, y coda di rospo alla saltimbocca para el profesor.

—He probado varios restaurantes y en ninguno he comido mejor comida italiana. —Levantó la copa para brindar con ella—. Por los éxitos obtenidos hasta ahora y por los que están por venir.

En cuanto hubo bebido, se aclaró la garganta.

—En cuanto al telegrama… Lamento mucho si le he causado algún inconveniente. Mi intención era ahorrarle esfuerzos innecesarios, pero admito que fue una imprudencia escribirle a la escuela. Espero que acepte mis disculpas. —Ella no pudo evitar volver a sonreír.

—Por supuesto. No hubo problemas. Es solo que me preocupé mucho, pues ya ha habido otras veces en que he dado una mala impresión. Pero no hablemos más de eso.

—¿Ya ha hecho algo respecto a Easterbrook?, —preguntó inclinándose hacia delante con curiosidad.

Matilda le relató la charla que había mantenido con el abogado.

—¿Le dio usted un nombre falso? ¡Como en una novela de detectives!

—O como Adela Mornington —repuso ella con una sonrisa—. En cualquier caso, el anciano señor Easterbrook declaró de forma categórica que no llevan asuntos de tutelas. Así pues, supongo que los Easterbrook conocían personalmente a los Ancroft.

En ese momento, les sirvieron los entrantes. Cuando el camarero se retiró,



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