Las chicas son rockeras by Miguel Ángel Bargueño

Las chicas son rockeras by Miguel Ángel Bargueño

autor:Miguel Ángel Bargueño [Bargueño, Miguel Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Arte, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00


ASUNTOS DE FAMILIA

Se puede decir que la prodigiosa voz de Whitney Houston (Newark, Nueva Jersey, 1963) era un rasgo heredado, como el color de pelo o la forma de la nariz. Su madre era Cissy Houston, una de las integrantes de las Sweet Inspirations, grupo vocal que acompañó en grabaciones y giras a Elvis Presley, Aretha Franklin, Dionne Warwick, Van Morrison, Mahalia Jackson o Bette Mildler (y que en 1968 entró en el top 20 de la lista de pop con su tema «Sweet inspiration»). Su prima era Dionne Warwick, una de las voces más exquisitas del pop desde principios de los sesenta e intérprete de muchas de las canciones escritas por Burt Bacharach y Hal David. Leontyne Price, la soberbia soprano, era prima de Cissy. Su madrina fue Darlene Love. Whitney Houston llevaba el talento en los genes. Además, creció rodeada de música. Su madre escuchaba constantemente discos de grandes vocalistas de soul y jazz. Whitney cantaba en casa y en la iglesia; y, cuando de adolescente acompañaba a su madre en sus actuaciones en clubes nocturnos, a veces también salía a cantar, animada por una orgullosa Cissy. En cierto modo, Whitney Houston estaba predestinada a ser estrella de la canción, algo de lo que todo el mundo a su alrededor fue pronto consciente. Así, ya a los quince años recibió varias ofertas discográficas. Pero en su entorno no tenían prisa. Conocían las exigencias de la industria, y Whitney era todavía solo una niña; mientras otra joven cantante cualquiera habría firmado de inmediato, segura de que ese tren solo pasaría una vez en su vida, Whitney y su familia podían permitirse esperar. Trenes no le iban a faltar.

El soul ha demostrado a lo largo de los tiempos su capacidad para amoldarse a los cambios sin perder su esencia, y en los ochenta ocurrió una vez más. En la década del pop desenfadado y colorista, cuando la música hecha con máquinas dejó de ser patrimonio exclusivo de sesudas bandas alemanas, el soul supo encontrar su lugar, fundiéndose con el pop. Whitney Houston es el mejor ejemplo de ello. Sus canciones, en realidad, no distan tanto de las de Madonna o Cyndi Lauper; solo su torrente de voz da pistas de sus raíces. También sus baladas. La de los ochenta fue la década en que la música negra dejó de ser ese anexo del que de vez en cuando salían éxitos para ser una imparable factoría de hits: ahí están Michael Jackson y Prince para demostrarlo. Los estilos se mezclaron, como en «Easy lover» (1984), el tema que grabaron a medias Phil Collins (Genesis) y Philip Bailey (Earth, Wind & Fire). Cuando uno piensa en la música de esos años, no distingue entre pop y R&B: todos estos nombres que acabamos de citar se agolpan y enredan sin distinción en nuestras cabezas.

De sus cuatro primeros discos —Whitney Houston (1985), Whitney (1987), I’m your baby tonight (1990) y la banda sonora de El guardaespaldas (Mick Jackson, 1992), en la que participaba con seis canciones— se han vendido más de 60 millones de copias.



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