El Señor de las Sanguijuelas by Frank Cavallo

El Señor de las Sanguijuelas by Frank Cavallo

autor:Frank Cavallo [Cavallo, Frank]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Pasaron horas antes de que la conciencia de von Sturm volviera a él.

Se dio la vuelta lentamente, mirando a través de los ojos borrosos y murmurando lo que esperaba que fuesen sus últimas oraciones a Sigmar.

Los bosques estaban llenos en todas direcciones con los restos de sus camaradas, sus cadáveres despedazados en un páramo de armaduras rotas y carne mutilada. Barro y sangre mezclados en charcos pútridos. Las moscas pululaban y los pájaros carroñeros voceaban en lo alto, haciendo círculos sobre los campos antes de su rancio festín.

Aún atrapado debajo del cadáver de su corcel, sus piernas rotas se habían entumecido. Su fiebre aumentó. Cada aliento ardía como cenizas en sus pulmones. Permaneciendo en algún lugar cerca del borde del delirio, sus ojos vagaron por la desolación, abrumado por las terribles imágenes, los horribles olores y los gemidos de aquellos pocos malditos que aún no estaban muertos.

Pero había algo más. Algo peor acechaba los campos asolados.

Una extraña manada de criaturas se desparramó a su alrededor, saltando y arrastrándose sobre todo a la vista; algunos no eran más grandes que tábanos, otros eran tan grandes como sabuesos. La manada era horrible. Algunas de las bestias no eran más que torsos que se arrastrabancon manos en forma de garra. Otros rozaban sus órganos expuestos y tractos intestinales contra las rocas, sorbiendo, tambaleándose y babeando mientras se movían. Pequeñas y rápidas criaturas se arrastraron entre ellos, no insectos ni reptiles ni pájaros, sino híbridos bastardos de todas estas cosas. Algunos tenían abultados globos oculares de rana torcida que goteaban lágrimas viscosas; otros estaban completamente desprovistos de ojos. Espinosas lenguas grises colgaban a un lado de las fauces forradas de dientes rotos, acurrucadas junto a colmillos torcidos, el marfil afilado cubierto por capas de moco seco. Aquellos demonios que no olisqueaban carroña ni hurgaban entre los restos humanos montaron a sus compañeros de manada, acariciándose y aseándose unos a otros en desconcertantes muestras de afecto.

Una figura familiar y temblorosa siguió al enjambre de demonios, andrajoso y apolillado.

Oficiaba ritos arcanos a los muertos y a los moribundos. Portando su bastón rematado con una calavera, el macabro viejo doctor estudió varios de los cadáveres en particular, jugueteando con miembros sin cuerpo y restos de carne ensangrentada como en una pescadería en el mercado.

Festus.

Su inmensa circunferencia estaba envuelta en una túnica sucia y harapienta; Las exigencias de su físico extremadamente distendido habían desgarrado y estirado todo cuantovestía. Los hilos de lana estaban bronceadospor el tiempo, su color natural estaba manchado de restos de excremento seco y lleno de cultivos de moho verde y negro. Descalzo a pesar del frío, sus dedos de los pies eran extraordinariamente grandes, sucios y con las uñas grandes y encarnadas.

Una oxidada cadena a modo de bandolera colgaba sobre su hombro, colgando cráneos humanos hervidos. Estaba atado con cuero cabelludo trenzado a un enorme cofre de madera que llevaba como una mochila. La caja abierta vibró con el tintineo de docenas de viales de vidrio, la mayoría medio llenos con fluidos lechosos y burbujeantes, algunos brillando con una luminiscencia venenosa.



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