El regreso liberal by Mark Lilla

El regreso liberal by Mark Lilla

autor:Mark Lilla
La lengua: spa
Format: mobi, epub
editor: Debate
publicado: 2018-05-09T22:00:00+00:00


La retirada de la izquierda posterior a los sesenta fue estratégica. Ya en 1962

los autores de la declaración de Port Huron defendían que, ante el poder de los segregacionistas en el Partido Demócrata y la inactividad del movimiento sindical, «creemos que las universidades son un centro de influencia inadvertido». Las universidades ya no eran reservas aisladas de erudición. Se habían convertido en elementos centrales de la vida económica estadounidense y servían como conductos e instituciones que acreditaban para el desempeño de ocupaciones posindustriales y para la vida política, mediante la investigación y la formación de las élites de los partidos, lo que terminó por desplazar a los sindicatos en ambas esferas. Los autores del SDS

argumentaban que una nueva izquierda debería, en primer lugar, intentar formarse en la universidad, donde podría debatir consigo misma y construir una estrategia política más ambiciosa, reclutando a seguidores en el camino.

El asunto definitivo, sin embargo, era entrar en el mundo más amplio, mirando «hacia fuera en busca de las luchas menos exóticas, pero más duraderas, por la justicia».

Pero a medida que las esperanzas de una transformación radical de la vida estadounidense se desvanecían, las ambiciones se encogieron. Muchos de los que volvieron al campus invirtieron su energía en hacer de sus soñolientas localidades universitarias comunidades moralmente puras, socialmente progresistas y medioambientalmente autónomas. «Si lo conseguimos aquí podemos lograrlo en cualquier sitio.» Se sacaron a los niños de los colegios públicos para convertirlos en sujetos experimentales de esquemas escolares alternativos. Interminables reuniones vecinales acababan con enconos sobre cuál era la posición más radical con respecto al reciclaje. Se buscaban ciudades hermanas en América Latina, África y Oriente Próximo (aunque no en las comunidades rurales conservadoras por las que pasabas cuando te dirigías al aeropuerto). Y, de hecho, esas ciudades universitarias todavía son distintas del resto de Estados Unidos y son lugares muy agradables para vivir, aunque han perdido buena parte de su atractivo utópico. Son lugares donde puedes visitar una librería, ver una película extranjera, comprar vitaminas y velas, disfrutar de una comida decente seguida de un expreso y, quizá, asistir a un seminario y que te limpien la conciencia. Un escenario totalmente burgués sin un rastro de demos, aparte de los hombres y mujeres sin hogar que acuden y cuya función es que los residentes no pierdan todo contacto con la realidad.



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