El miedo en la posguerra by Enrique González Duro

El miedo en la posguerra by Enrique González Duro

autor:Enrique González Duro [González Duro, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


El preso que se deja llevar por el abatimiento, si no sabe o no se le ayuda a reaccionar pronto contra él, está irremediablemente perdido. Perdido en su cuerpo y perdido en su alma, porque acaba por abandonarse hasta lo increíble en todos los órdenes. Para todo se siente impotente y nada le importa nada. Física y moralmente es una piltrafa. Si no fuera porque la corneta le llama a los actos colectivos y no tiene más remedio que formar en ellos, acabaría por morirse de soledad y de asco sobre su camastro asqueroso en el rincón de la celda. Son estos seres los preferidos por la miseria, pues terminan por no saber siquiera reaccionar contra ellos. Su fin será el cementerio o el manicomio.

Ciertamente, algunos presos enloquecían y muchos morían, pero no únicamente por abatimiento, sino sobre todo por hambre y enfermedad. Sin embargo, para el capellán el abatimiento del preso podía ser una excelente oportunidad para conducirle espiritualmente. Como también había que aprovechar la preocupación de todo preso por su familia, para liberarlo de cualquier inquietud política y encaminarlo hacia Dios, al evocarle las creencias cristianas de la madre, de la propia esposa o de su misma infancia.

Martín Torrent consideraba que era más fácil «ganarse el corazón» de los presos que inicialmente eran ignorantes o estaban mal formados en materia religiosa, o los que tenían hondamente arraigado el sentimiento y el amor familiar, dándose casos entre ellos de auténtica «conversión religiosa». A tal fin, pululaban por la cárcel Modelo de Barcelona numerosos sacerdotes que confesaban a los presos, les preparaban para la comunión pascual y les prestaban «pequeños servicios de tipo personal», aunque luego no comulgasen. El confesionario más animado era el de un capuchino que pasaba cartas sin censura previa a familiares o vecinos, hasta que fue descubierto y se le prohibió la entrada. Otros sacerdotes daban seminarios, organizaban cursillos de formación cristiana, y hablaban con los presos. Con sus tres años de experiencia en la capellanía de la cárcel Modelo, el padre Torrent se mostraba satisfecho por los resultados conseguidos: seis presos habían sido bautizados, más de un tercio de los reclusos cumplía con el precepto pascual y se habían efectuado 282 matrimonios católicos. Claro que, desde el otro lado de la barrera, las cosas podían verse de muy diferente manera, o hacerse con un significado bien distinto.

El 28 de mayo de 1941 Juana Doña, militante comunista, salió de la cárcel madrileña de Ventas gracias a un indulto general para las condenas menores de seis años, mientras que su compañero, el dirigente comunista Eugenio Mesón, esperaba en Porlier a ser ejecutado. Al día siguiente fue a verle a la cárcel:



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