El lado activo del infinito by Carlos Castaneda

El lado activo del infinito by Carlos Castaneda

autor:Carlos Castaneda [Castaneda, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T05:00:00+00:00


MÁS ALLÁ DE LA SINTAXIS

El acomodador

Estaba en Sonora, en casa de don Juan, profundamente dormido sobre mi cama, cuando me despertó. Me había quedado despierto casi toda la noche reflexionando sobre algunos conceptos que me había estado explicando.

—Ya has descansado bastante —me dijo con firmeza, casi bruscamente sacudiéndome por los hombros—. No le des rienda suelta al cansancio. Tu cansancio, más que cansancio, es el deseo de no fastidiarte. Hay algo en ti que se ofende al sentirse fastidiado. Pero es sumamente importante que exacerbes esa parte de ti hasta que se desmorone. Vamos a hacer una caminata.

Don Juan tenía razón. Había algo en mí que se ofendía inmensamente al sentirse fastidiado. Quería dormir durante días y no pensar más en los conceptos chamánicos de don Juan. Totalmente contra mi voluntad, me levanté y lo seguí. Don Juan había preparado un almuerzo que me tragué como si no hubiera comido durante días y entonces salimos de la casa con dirección hacia el este, hacia las montañas. Había andado tan aturdido que no me había fijado que era muy de mañana hasta que vi el sol, que daba justo sobre la cordillera al este. Quería decirle a don Juan que había dormido toda la noche sin moverme, pero me calló. Me dijo que íbamos a hacer una expedición a las montañas en busca de unas plantas específicas.

—¿Qué va a hacer con las plantas que va a juntar, don Juan? —le pregunté en cuanto nos dispusimos a caminar.

—No son para mí —me dijo con una sonrisa—. Son para un amigo mío, un botánico y farmacéutico. Hace pociones con ellas.

—¿Es yaqui, don Juan? ¿Vive aquí en Sonora? —le pregunté.

—No, no es yaqui y no vive aquí en Sonora. Ya lo conocerás uno de estos días.

—¿Es brujo, don Juan?

—Sí, es brujo —me respondió con tono guasón.

Le pregunté si podía llevar algunas de las plantas a los jardines botánicos de UCLA, para identificarlas.

—¡Por supuesto, claro! —me contestó.

Ya me había dado cuenta de que cuando me decía «por supuesto», me quería decir todo lo contrario. Era evidente que no tenía la menor intención de darme ninguno de los especímenes para identificarlos. Sentí mucha curiosidad acerca de su amigo brujo y le pedí que me contara más, que me lo describiera, que me dijera dónde vivía y cómo lo conoció.

—¡So, so, so! —me dijo don Juan como si fuera caballo—. ¡Espera, espera! ¿Quién eres, el profesor Lorca? ¿Quieres estudiar su sistema cognitivo?

Íbamos penetrando en las áridas calinas cercanas. Don Juan caminaba sin parar durante horas. Pensé que la tarea de ese día iba ser simplemente caminar. Finalmente paró y se sentó al costado de la colina donde daba sombra.

—Ya es tiempo que empieces uno de los proyectos mayores de la brujería —dijo don Juan.

—¿A qué proyecto de la brujería se refiere usted, don Juan? —le pregunté.

—Se llama la recapitulación —me dijo—. Los antiguos chamanes lo llamaban hacer el recuento de los sucesos de tu vida y para ellos empezó como una técnica sencilla, una estratagema para ayudarles a recordar lo que estaban haciendo y diciendo a sus discípulos.



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