El hombre que pudo reinar (Ilustrado) by Rudyard Kipling

El hombre que pudo reinar (Ilustrado) by Rudyard Kipling

autor:Rudyard Kipling [Kipling, Rudyard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1888-01-01T05:00:00+00:00


»Carnehan y él cogen a veinte buenos hombres, les enseñan cómo disparar un rifle y forman grupos de cuatro que avanzan alineados, y ellos están muy contentos con esto y son listos y le cogen el tranquillo. Luego, Dravot saca su pipa y su petaca de tabaco, deja una en un pueblo y la otra en el otro y nos marchamos a ver qué se puede hacer en el siguiente valle. Éste era todo de piedra y había un pequeño poblacho allí, y Carnehan dice: “Mándalos al otro valle a cultivar”, y los lleva allí y les da algo de tierra que no había sido tomada antes. Eran una gente muy pobre y los cubrimos con la sangre de un niño antes de dejarlos entrar en el nuevo Reino. Eso fue para impresionar a la gente; después, se establecieron en calma y Carnehan regresó con Dravot, que había ido a otro valle, todo lleno de hielo y nieve y con picos muy altos. No había gente allí y el ejército sintió miedo; así que Dravot fusila a uno de ellos y sigue avanzando hasta que encuentra alguna gente en un poblado, y el ejército les explica que, a no ser que prefieran morir, mejor que no disparen sus pequeñas armas de llave de mecha, pues tenían armas. Nos hacemos amigos del sacerdote y yo me quedo allí solo con dos del ejército para entrenar a los hombres, y un ruidoso gran jefe aparece entre la nieve con timbales y cuernos retumbando, porque ha oído que hay un nuevo dios suelto por la zona. Carnehan apunta al centro del grupo de hombres que avanzan entre la nieve a casi un kilómetro y tumba a uno de ellos. Luego, envía un mensaje al jefe: a menos que quiera morir, debe ir y saludarme tras haber dejado las armas atrás. El jefe viene primero solo y Carnehan le estrecha la mano y sacude los brazos a su alrededor, igual que solía hacer Dravot, y muy sorprendido quedó el jefe, que me acarició las cejas. Entonces Carnehan, solo, se va hacia el jefe y le pregunta con gestos si tiene algún enemigo al que odie. “Lo tengo”, dice el jefe. Así que Carnehan elige a los mejores de sus hombres, pone a los dos del ejército a entrenarlos y, dos semanas después, los hombres pueden maniobrar tan bien como voluntarios. Así que avanza con el jefe hasta una gran meseta en la cima de una montaña y los hombres del jefe se lanzan sobre un pueblo y lo toman, con nuestros tres Martinis disparando al enemigo. Así que tomamos ese pueblo también y yo le doy al jefe un jirón de mi abrigo y le digo: “Ocupad hasta que yo vuelva”, que era una cita bíblica. A modo de advertencia, cuando el ejército y yo estábamos a kilómetro y medio, disparé una bala que cayó cerca de él, que estaba de pie en la nieve, y toda la gente se tiró de bruces al suelo.



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