El hombre de plastilina by Manuel Manzano

El hombre de plastilina by Manuel Manzano

autor:Manuel Manzano [Manzano, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela policial
editor: 13insurgentes
publicado: 2010-02-10T16:00:00+00:00


13

MONTESCOS Y CAPULETOS

Maní se esforzó por girar el cuello hacia atrás lo suficiente como para poder mirar a Yimbo a los ojos. Y fue tan grande el amor que sintieron el uno por el otro que durante aquel escaso minuto no murió nadie en la Tierra. Cosa que puso en un verdadero brete a la Muerte, que tuvo que darle infinidad de explicaciones y excusas a Madre Naturaleza, mintiendo al alegar en su defensa que en realidad toda la culpa había sido de Catalepsia[24]. Yimbo y Maní retozaron lúbrica y alegremente por entre la frondosidad del bosque salvaje de Budongo hasta que al atardecer, cuando ya empezaban a despuntar las primeras estrellas en la cúpula celestial, los venció el cansancio.

Yimbo era feliz, al fin había descubierto la relación causa-efecto entre sus inconsolables apetencias y el género femenino. Y había estado todo el día descubriéndolas una y otra y otra vez, sin apenas descanso.

Los tiempos de las desesperadas y rápidas, aunque momentáneamente gratificantes, visitas a la célebre Culebra Desdentada de la Ciénaga se habían acabado para siempre. Frente a él se abría todo un mundo, una nueva perspectiva de las cosas, y ese universo recién vislumbrado se llamaba Maní[25].

Con los suaves gorjeos de un par de papamoscas papirrojos arrullándolos de fondo, durmieron toda la noche abrazados plácidamente el uno al otro en la unión de dos ramas altas de un nogal que consideraron lo bastante seguras y alejadas de las alimañas nocturnas que pulularían por el suelo en busca de presa tras el ocaso.

El sueño fue dulce, profundo y reparador para ambos. No obstante, cuando los primeros rayos de sol despuntaban en el brumoso horizonte, una serie de golpes secos y muy próximos truncaron de repente sus ensoñaciones.

Yimbo y Maní se asomaron por entre las ramas y miraron hacia abajo en busca del origen del ruido. Allí, utilizando una piedra contra otra a modo de martillo y yunque, un enorme chimpancé adulto cascaba nueces para el desayuno. Una tras otra, aquel mono las rompía mecánicamente hasta que a intervalos, cuando juzgaba que la cantidad era la idónea, las engullía llevándoselas a la boca con gestos rápidos y precisos.

Aún medio adormilado, Yimbo se volvió para sugerirle a Maní que podrían hacer lo mismo para llenar sus respectivos estómagos y continuar con sus exploraciones anatómicas durante el resto de sus vidas o, en su defecto, a lo largo del día que amanecía. Sin embargo, en los ojos de Maní, Yimbo vio una expresión que le recordó la suya propia en todas y cada una de las dramáticas sesiones de varapalos que había padecido a manos de Ojo Que Viene El Mono Cabrón.

El enorme primate que ahora hurgaba entre las piedras, las hojas y las ramitas del suelo en busca de trocitos de nuez que llevarse a la boca era, en realidad, el macho alfa del clan al que pertenecía Maní. Y un segundo después, Maní así se lo hizo saber a Yimbo.

Maní era una hembra joven, sí, consideró Yimbo, pero de edad suficiente como para formar parte integrante del harén de aquel macho alfa.



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