El crimen de la Hipotenusa by Emili Teixidor

El crimen de la Hipotenusa by Emili Teixidor

autor:Emili Teixidor [Teixidor, Emili]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1995-05-04T16:00:00+00:00


MARÍA ROJA

Nada más entrar en la biblioteca, María agitó la cabeza como para espantar una mosca, y el brillo rojo de su pelo formó una especie de aureola de fuego alrededor de su cara.

Mientras se sentaba en la silla de los acusados, delante de los tres expertos, yo pensaba que María gozaba de un privilegio que no tenía el resto de los testigos: si se ruborizaba por alguna pregunta, a ella no se le iba a notar como a los demás. El rubor era una especie de máquina detectora de mentiras, y a ella no la podrían atrapar por ese lado.

—La profesora de matemáticas… —empezó ella, antes de que nadie le preguntara nada.

Pero el inspector la cortó al instante.

—Ahora no nos interesa la señorita Cinta Olius. Nos interesa el hermano gemelo de Boris. Hablanos de él y de cómo, cuándo y por qué os conocisteis.

María parpadeó durante unos segundos, como si la pregunta la hubiera desconcertado.

—¿No podemos empezar de otro modo?

—María —intervino conciliadora la doctora Kellerman—, deja que el inspector dirija el interrogatorio a su manera.

María se encogió de hombros, resignada, y comentó con una voz neutral, como si recitara una lección aburrida y archisabida:

—Muy bien. Después de la paliza al capitán del Atlético, todo el colegio le preguntaba a Boris por su famoso hermano. Sólo yo y unos pocos más opinábamos que había sido una demostración de fuerza bruta, un acto de cafres típico de los niñatos que no han superado la ley de la fuerza. Y además una acción cobarde por atacar a escondidas y sin avisar. «Una victoria sin peligro es un triunfo sin gloria», leí en un libro sobre Alejandro Magno.

—¿Y cómo se lo tomaban Boris y Nico Ferrer?

—No nos hacían ningún caso. El equipo y la mayoría de la clase aplaudían la gesta, y todos los cursos creían que los dos héroes habían dejado muy alto el honor del colegio. A las que nos atrevíamos a criticar un poco, nos acusaban de pacifistas, feministas, chaladas, bobas… ¡Ellos son así!

—Continúa.

—Entonces Salud Mir, otra compañera y yo organizamos, con el respaldo de un par de profesores, una mesa redonda contra la violencia o sobre la no violencia. Nos llamaron de todo: traidoras, renegadas y otras lindezas por el estilo. E intentaron hacernos el boicot.

—¿Asistieron Nico y Boris? —¡Qué va! Del equipo no vino ni uno. Ni los suplentes. Pero el día del simposio descubrí en la última fila al hermano de Boris. Mi primera impresión fue que era el mismo Boris, no su hermano. Pero luego me fijé mejor y comencé a dudar si era Boris o su hermano. Parecían idénticos, pero al ver su mirada más dura, su piel más oscura, su actitud más adusta y su vestimenta más pobre y descuidada… me convencí de que se trataba del hermano gemelo, de Malaquías.

María se detuvo un momento, y luego continuó.

—Al acabar las charlas, los cuatro gatos del público comenzaron a hacernos preguntas a las que presidíamos la mesa. Entonces, yo me levanté para hablar con él y agradecerle su asistencia.



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