El caso de la fe by lee strobel

El caso de la fe by lee strobel

autor:lee strobel
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


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SEXTA OBJECIÓN: UN DIOS AMOROSO NUNCA TORTURARÍA A PERSONAS EN EL INFIERNO

En mi mente hay una falla muy sería del carácter moral de cristo y es ese de que creyo en el infierno. Me parece que ninguna persona que en verdad sea profundamente humana sea capaz de creer en el castigo eterno.

Bertrand Russell, ateo1

El infiemo es el gran cumplido de Dios a la realidad de la libertad y elección humana.

G.K. Chesterton, cristiano2

El juez Cortland A. Mathers estaba en un dilema. Parada ante él tenía a una mujer acusada de participación secundaria en un caso de drogas. Se trataba de una madre muy pobre de treinta y un años de edad, que tenía hijos pequeños. Estaba muy arrepentida por el crimen. En la opinión del juez, se merecía una segunda oportunidad. Se haría justicia al ponerla en probatoria.

Sin embargo, había un problema: si Mathers la encontraba culpable de los cargos en su contra, no tendría otra opción que condenarla bajo la ley de Massachusetts a seis años en la penitenciaría. Sabía que esa prisión la marcaría para siempre. Lo más probable era que esto destrozaría su frágil familia y la dejaría amargada, enojada, desempleada y destinada a mayores problemas.

Este es un sistema llamado «determinación de una sentencia obligatoria», lo que impide la discreción de los jueces en el control de ciertos tipos de casos. El lado positivo es que previene a los jueces de ser muy indulgentes. Aunque la consecuencia negativa es que en algunos casos la sentencia automática quizá sea muy severa, como en este caso, donde el acusado permanecería más tiempo detrás de las rejas que la mayoría de los ladrones armados.

Mathers no era de los que se detenían por sentenciar a criminales a un período largo si las circunstancias lo pedían. Sin embargo, en este caso consideraba que la sentencia obligatoria, sin posibilidad de salir antes de tiempo, era un «error judicial absoluto».

Así que Mathers hizo su elección: «Desobedecer la ley para ser justo». La declaró culpable de un delito menor que no requería un término de prisión fijado y la sentenció a cinco años de probatoria con consejería reglamentaria.

«Si un juez no es capaz de hacer eso, no debe estar en el tribunal», le dijo Mathers al Boston Globe en su investigación de la sentencia obligatoria. «Un juez puede ser un autómata, dando el visto bueno a estas sentencias, o lo guía el sentido de justicia»3.

Pensaba en esto mientras mi avión aterrizaba en el aeropuerto internacional de Los Angeles una calurosa y sofocante mañana de septiembre. Qué irónico, meditaba, que una ley creada para implementar justicia en su lugar tratara de combatirla. Comprendía el sentido de justicia que impulsó a Mathers a soslayar ese tipo de sentencia de que lo que es bueno para uno es bueno para todos, a cambio de imponer un castigo que se ajustaba en forma más apropiada al delito.

Durante mucho tiempo como buscador espiritual, me sentí indignado por la enseñanza cristiana acerca del infierno, la que consideraba mucho más injusta de lo que hubiera sido un período obligatorio de prisión en el caso ante Mathers.



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