El bosque de los cuatro vientos by María Oruña

El bosque de los cuatro vientos by María Oruña

autor:María Oruña [Oruña, María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-08-24T16:00:00+00:00


18

Amelia esperó a Jon en la plaza del Hierro, a solo unos pasos de la catedral. La llamaban así porque muchos años atrás, cuando había mercado, eran los herreros y otros comerciantes los que vendían sus productos justo en aquel lugar. Allí mismo habían circulado aperos de labranza y toda clase de utensilios de cocina, pero de aquel antiguo movimiento comercial solo quedaba el discreto recuerdo de un nombre de metal.

Amelia todavía no sabía que aquel mismo día Jon acababa de descubrir, en el Archivo Catedralicio, un inventario descatalogado que le había dado nuevas pistas sobre el paradero de los nueve anillos. La joven se estiró en la silla y observó su propia indumentaria, que se limitaba a una sencilla camiseta y unos vaqueros; desde luego, no se había arreglado especialmente. El tiempo y sus golpes la habían hecho prescindir de los adornos para regresar a lo esencial. Días atrás, sin embargo, se había sorprendido a sí misma maquillándose un poco para acudir a Santo Estevo. Le molestaba reconocerlo, pero Jon Bécquer había encendido una tibia chispa de interés dentro de ella. Era un hombre interesante, no iba a negarlo, pero lo que realmente la atraía de él era su increíble curiosidad por todo, su contagiosa e inagotable ilusión por saber y por conocer. ¿Era realmente posible tener ese interés incombustible por la vida, o la actitud de Bécquer sería una impostura?

—¿Qué tal?, ¿cómo te fue con el detective buenorro? —le había preguntado Blue el día después de acudir a Santo Estevo.

Amelia se había reído, sabiendo que su ayudante explotaría con alguna barbaridad cuando le contase que había vuelto a quedar con Bécquer para visitar la fuente de la plaza del Hierro.

—Fue bien, Quijano y yo hemos traído tres piezas del relicario para restaurar.

—Ah, ¡por Dios! Olvida las reliquias —le había replicado, acercándose y empujándola amistosamente—. Cuenta, cuenta… ¿Qué tal es? ¿Muy creído?

—Pues no —reconoció Amelia, como si acabase de pensar también en ello por primera vez—. Creo que lo más extraordinario de Jon es que es normal.

—¿Jon? Me cago en la leche, ¡pero si ya lo llama por el nombre de pila! —había exclamado Blue dando vueltas por el taller, como si hablase con una tercera persona imaginaria e invisible—. Así que es normal… Pero normal ¿cómo?, ¿en plan normal de aburrido o en plan de que no es un psicópata?

—Bueno, pues por suerte creo que en plan de no psicópata —dijo Amelia volviendo a reírse y comenzando ya a desembalar el material que había traído de Santo Estevo—. Quiero decir que, para tener tanto éxito y ser tan conocido, no parece un famoso de las revistas, ¿entiendes? Es… normal.

Blue se había quedado mirando a su amiga durante un rato de forma escrutadora, evaluándola.

—No puedo creerlo. ¡Te gusta! ¡Te gusta de verdad!

—No digas tonterías.

Pero Blue ya se había lanzado, dispuesta a desplegar una artillería de preguntas y comentarios jocosos sobre Amelia y Jon Bécquer, feliz porque su jefa, por fin, comenzase a salir de aquel interminable luto autoimpuesto. Amelia



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