El asedio de Deliverance, N.º 18 by Gav Thorpe

El asedio de Deliverance, N.º 18 by Gav Thorpe

autor:Gav Thorpe [Gav Thorpe]
La lengua: spa
Format: epub
editor: MINOTAURO
publicado: 2016-06-07T00:00:00+00:00


—Los sensores han detectado un objeto moviéndose hacia el muelle principal —informó Agapito, de pie junto a uno de los sistemas de detección. El joven guerrero de la libertad llevaba los pantalones negros de un guardia; se había quitado la chaqueta que completaba el disfraz una vez la torre quedó abierta a las guerrillas. Una cuchillada curvilínea estaba formando lentamente una costra a través de su pecho desnudo, y su brazo izquierdo estaba cubierto por un vendaje reciente—. Su trayectoria indica una ruta de aterrizaje, pero es imposible decir qué tipo de nave es.

La torre principal todavía presentaba numerosos daños y estaba en un estado caótico a causa de la lucha. Los seguidores de Corvus controlaban las consolas lo mejor que podían, pero el equipo apenas funcionaba y la mayor parte de ellos estaban utilizando la mera intuición más que el entrenamiento y la formación. Que algo hubiera sido detectado por el destrozado sistema de escaneo resultaba casi increíble.

Los cuerpos de los que habían trabajado allí anteriormente ya habían sido retirados, pero todavía quedaban las manchas de sangre en el entramado del suelo y sobre las consolas de metal bruñido; limpiar los restos de la revolución era una de las últimas prioridades de Corvus mientras quedaran hombres con vida en Kiavahr capaces de oponerse a la rebelión. Muchas de las pantallas y placas de datos estaban rotas a causa de los disparos, y los cables aparecían enredados a través de los grandes agujeros en los paneles del equipo, aunque la energía había sido restaurada y unos cuantos habían vuelto a activarse bajo el cuidado de los seguidores de Corvus más dotados para estas cuestiones.

Las torretas de defensa que cubrían la gigantesca columna de la principal torre de guardia estaban plenamente operativas. Los revolucionarios bajo el mando de Corvus se habían asegurado de dejarlas intactas, como su líder les había indicado.

—¡Activo los sistemas de armamento para el seguimiento de objetivos! —anunció Branne de pie en la consola de control de fuego. Como su hermano, mostraba las heridas de guerra: un hematoma en la mejilla y una mancha de sangre que cubría la incipiente mata de pelo de su barbilla.

La torre rugió cuando las inmensas torretas se movieron hacia la nueva posición, apuntando los aceleradores de masa hacia la nave que se acercaba. Branne miró expectante por encima del hombro hacia el líder revolucionario, el alborotado cabello cayéndole por encima de su juvenil cara.

—¿Disparamos? —le preguntó Branne.

—No —replicó Corvus.

Permanecía de pie junto a la ventana blindada de la sala de control mirando hacia la oscuridad. Kiavahr estaba creciendo hacia la plenitud, cerniéndose enorme tras las minas y las grúas del horizonte. Desde la distancia parecía la misma de siempre, pero Corvus sabía que bajo el maremágnum de arremolinadas nubes rojas el planeta estaba conmocionado. Se imaginaba que todavía podía ver lo que sucedía tras las detonaciones atómicas provocadas por las minas que sus fuerzas habían arrojado por el pozo gravitatorio hacia la estación de recepción, pero no era más que una ilusión.

Los gremios estaban destruidos, eso lo había podido comprobar.



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