El arte de no amargarse la vida by Rafael Santandreu

El arte de no amargarse la vida by Rafael Santandreu

autor:Rafael Santandreu
La lengua: spa
Format: epub, azw3
Tags: Autoayuda
publicado: 2011-06-03T04:00:00+00:00


Aunque no lo parezca a primera vista, la historia del samurái que no se inmutaba ante los insultos tiene que ver mucho con la siguiente neura que nos proponemos combatir aquí: la vergüenza o el miedo al ridículo.

La vergüenza es un problema mayor de lo que imaginamos. ¡Por culpa de ella, perdemos tantas oportunidades de disfrutar de la vida! Por vergüenza, dejamos de conocer personas maravillosas con las que tener un bellísimo romance. Por vergüenza, dejamos de aprender cuando no levantamos la mano para admitir que no entendemos. Por vergüenza…, siempre por la estúpida vergüenza, perdemos tanto… Ya lo decía el escritor Jean de La Fontaine: «La vergüenza de confesar el primer error, hace cometer muchos otros».

Y es que la vergüenza nos puede producir auténtico pavor. En una encuesta se comprobó que las personas temen más a hablar en público que a la muerte. De hecho, el temor a hacer el ridículo es el miedo número uno en nuestra sociedad. ¡Qué cosa más absurda!

En muchos de los trastornos que tratamos los psicólogos, la vergüenza desempeña un papel importante en el desarrollo y mantenimiento del problema. Por ejemplo, en los ataques de ansiedad la persona suele tenerle mucho «miedo al miedo», en parte, por vergüenza a hacer el ridículo o armar un pollo en público en caso de sufrir los síntomas de la ansiedad aguda. De hecho, todo tratamiento efectivo de este problema pasa por reducir esa vergüenza.

Así, tanto si tenemos un trastorno de los llamados «neuróticos» (depresión o ansiedad), como si deseamos hacernos más fuertes a nivel emocional, tendremos que intentar eliminar el miedo al ridículo o reducirlo todo lo posible.

Existen dos vías cognitivas (de pensamiento) para combatir la vergüenza. La primera consiste en no darle demasiada importancia a la propia sensación de ridículo, es decir, entender que es normal la emoción de vergüenza y, por tanto, imposible de eliminar del todo. La segunda vía —la esencial— gira en torno al hecho de darse cuenta de que nuestra imagen social es poco importante. Si pensamos así, nunca tendremos demasiada sensación de ridículo porque, simplemente, nos importará muy poco lo que los demás opinen de nosotros. Veámoslo.



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