El amo de Roma by Alberto Monterroso

El amo de Roma by Alberto Monterroso

autor:Alberto Monterroso [Monterroso, Alberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-08T00:00:00+00:00


32. LA CORRUPCIÓN DE CLEANDRO

Cuando Pértinax volvió a Roma para hacerse cargo de la prefectura de la Urbe, Cleandro era quien gobernaba Roma como camarlengo del emperador. Su poder era absoluto, mayor del que en su día tuvo Perenio. Cómodo siempre había sido perezoso y descuidado, pero ahora lo era aún más; firmaba todo lo que el chambelán le ponía por delante y no le importaba que el antiguo esclavo se llenara los bolsillos, porque él se los llenaba aún más. Cleandro llevó al Imperio a la cima del crimen y la corrupción. Él, que en el pasado había sido subastado como esclavo, ahora vendía al mejor postor los cargos más honorables del Estado. Subastaba la pertenencia al Senado, los mandos militares, el gobierno de las provincias, los proconsulados e incluso el propio consulado. Fueron accediendo a los puestos más importantes de la administración del Estado los seres más corruptos e indeseables, que pagaban al camarlengo enormes cantidades de dinero para copar magistraturas que en otro tiempo estuvieron reservadas a los mejores, a las personas más preparadas y honradas. Así, incluso la institución más sagrada de la República, el consulado, se convirtió en un vil objeto que se vendía como la más miserable de las mercancías.

Roma se acostumbró desde entonces a convivir con la corrupción más vergonzosa. Bajo la dictadura de aquel liberto todo era objeto de compraventa. Cualquier ciudadano de Roma, si aportaba el dinero suficiente, podía conseguir la tortura de sus enemigos o bien pagar su propia salvación, aun siendo culpable e incluso aunque hubiera sido ya condenado. Todo se podía comprar en aquella Roma corrupta. Dependía de la cantidad de dinero que cada uno estuviera dispuesto a pagar. Se vendían diferentes tipos de tortura, la muerte de los adversarios, la atenuación o liberación de culpas, castigos o condenas. Unos ciudadanos podían elegir, previo pago, incluso ser los verdugos de sus propios enemigos. Así la corrupción fue envileciendo al Estado y las leyes; el tirano y el antiguo esclavo se habían convertido en sicarios a sueldo. Se vendían crímenes y asesinatos bajo apariencia legal. Se subastaban los gobiernos de las provincias y los cargos administrativos.

Cleandro era ya inmensamente rico, pero, a pesar de ello, su codicia no estaba saciada. En la historia de Roma, no había habido noticia de un camarlengo de Palacio que hubiese llegado a tener más dinero que él, pero eso no le bastaba. Siguió ofreciendo los cargos públicos a quienes estaban dispuestos a comprarlos, que eran cada vez más. Y, como solo podía vender dos consulados por año, quiso ampliar el negocio cesando cónsules y poniendo otros sustitutos en su lugar. Así aumentaba sus ingresos aunque fuera a costa de prostituir las instituciones del Imperio. En el año 190 la compraventa de la máxima magistratura del Estado llegó al punto más alto de degeneración, pues en doce meses se produjeron veinticinco consulados, vendidos cada uno de ellos según el valor establecido en este indigno mercado: un verdadero récord de inmoralidad.

Los mandos militares que se



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