El 18 de julio no fue un golpe militar fascista by Ricardo de la Cierva

El 18 de julio no fue un golpe militar fascista by Ricardo de la Cierva

autor:Ricardo de la Cierva [Cierva, Ricardo de la]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1999-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo II: La falsa glorificación de la Segunda República como ejemplar régimen democrático

ABANDONO Y HUIDA DE ALFONSO XIII

Alfonso XIII no perdió el trono por decisión popular. Lo perdió por abandono personal y huida, mal aconsejado por los monárquicos liberales que le hicieron tragarse dos mentiras horrendas; primera, que no tenía ya el amor de su pueblo; segunda, que la Monarquía había perdido las elecciones del 12 de abril de 1931. Vamos a examinar de cerca esas mentiras.

Primera mentira: «Ya no tengo el amor de mi pueblo»

La condena mendaz y luctuosa del Congreso de los Diputados el 14 de septiembre de 1999 contra el Alzamiento del 18 de julio de 1936, aprobada por todos los partidos menos el Partido Popular (sabía perfectamente que se jugaba más de la mitad de sus votos si llega a aprobar la proposición), ha sido, como explico en la Introducción, el impulso principal para la salida de este libro. En esa condena, que es un dictamen histórico para el que el Congreso carece, en mi opinión, de competencia alguna, se establecen, como decíamos, dos tesis. Primera, el carácter golpista-fascista del Alzamiento; segunda, la «legalidad republicana» como objetivo del golpe. De la primera tesis hablaremos en los capítulos siguientes, al plantear la guerra civil. Al estudio sobre la legalidad republicana dedicamos este capítulo, articulado en una serie de mentiras históricas fundamentales. Pero no basta con un solo capítulo: necesitaremos otros dos más.

La primera de estas mentiras explica por qué cayó realmente don Alfonso XIII por sorpresa el 14 de abril de 1931, sin que para ello mediase referéndum, ni plebiscito, ni siquiera unas elecciones en las que se dirimiera la forma de gobierno en España. Alfonso XIII, con la mejor voluntad del mundo, dejó formulada su mentira que, con autorización del gobierno provisional de la República, que no podía creerse el fabuloso regalo que le hacía el rey derrocado por ella, se publicó al día siguiente, 15 de abril, en portada del diario monárquico ABC. La mentira era ésta: «Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo». Por supuesto que los historiadores partidarios de la República estarán de acuerdo con este falaz dictamen de Alfonso XIII —seducido por sus consejeros liberales— y en contra de considerarlo como mentira trascendental. Por ejemplo, Paul Preston y Javier Tusell, a lo largo de sus varias obras, consideran a la segunda República como régimen democrático. Lo mismo hace la lamentable formulación del Congreso que acabo de comentar cuando se refiere a le legalidad republicana. Éste es un dogma de fe histórica, que no admite distingos ni componendas, podría llenar todo este capítulo con citas de historiadores, políticos y demás demócratas profesionales, que una de dos, o no saben lo que es la democracia o no saben lo que fue, de principio a fin, la Segunda República.

La inconcebible mentira del Rey abrumado (mentira objetiva, porque él creía decir o sentir la verdad) tuvo un precedente en la mentira que profirió el día anterior,



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