Ejecuciones extrajudiciales en Colombia, 2002-2010 by Omar Eduardo Rojas Bolaños Fabián Leonardo Benavides Silva

Ejecuciones extrajudiciales en Colombia, 2002-2010 by Omar Eduardo Rojas Bolaños Fabián Leonardo Benavides Silva

autor:Omar Eduardo Rojas Bolaños Fabián Leonardo Benavides Silva
La lengua: spa
Format: epub
editor: Universidad Santo Tomás
publicado: 2018-03-15T00:00:00+00:00


Entre el deber, la obediencia ciega y la insensibilidad

Hay un temor abrumador a derrumbarse o simplemente a ser uno mismo: el temor a la insignificancia; el temor a desvanecerse en el aire y no dejar huella alguna de visibilidad y presencia; el temor de ser como los demás.

LEONIDAS DONSKIS

Sin alcanzar a ser cuestionado acerca de la razón por la cual se había prestado para secuestrar, torturar y asesinar a campesinos, indígenas, desempleados y habitantes de la calle, 21 presentándolos como subversivos muertos en combate; con palabras entrecortadas, un oficial manifestó que de no hacerlo, otro de sus compañeros lo habría hecho. Meditando acerca de las palabras que iba a decir, sin mirarnos y colocando la mirada sobre la pequeña ventana del cuarto que lo resguardaba, agregó: “Para alcanzar a llegar arriba […], de no hacerlo, simplemente sería un militar insignificante, sin medallas de orden público, 22 sin trayectoria de guerra, sin nada para mostrar para cuando me llamaran a evaluarme para general”. Después de algunos segundos de silencio, un poco más sereno, agregó:

Nuestro deber como soldados es no dejar que los comunistas se tomen el poder, ni por las armas, nosotros somos garantes de la gente buena, de la comunidad y hacemos lo que ellos no pueden, la gente no quiere una nueva Cuba [….]. Todo estaba bien hasta que nos comenzaron a medir por resultados, por el número de bajas que le ocasionábamos al enemigo, no por sus capturas, por el número de muertos, por eso los generales evaluaban las unidades por el número de bajas. Pero el enemigo se acobardó, se amedrentó y se escondió porque lo estábamos acosando en la región y en las ciudades. Los muy miedosos se escondieron entre la población, entre los niños, entre las faldas de las mujeres, entre los abogados defensores de los derechos humanos; cualquiera podría ser el enemigo, él si nos conocía por los uniformes, por nuestro peluqueado, ellos podían saber dónde estábamos, pero nosotros no sabíamos dónde estaban y quien era el verdadero enemigo, por eso debíamos desconfiar de todos, y todos son todos. Nos ordenaron muertos y muertos les dimos, un general nos pedía litros de sangre y se las dimos, 23 una orden es una orden y se va al ejército es para obedecer, para cumplir órdenes, no para refutarlas, ¿por qué cree usted que todavía no somos como Venezuela o Cuba?, porque nosotros los soldados de bien, los que representamos a la sociedad del bien no lo hemos permitido, como no lo permitiremos jamás, y para asegurarnos haremos lo que tengamos que hacer 24 (Comunicación personal, 27 de febrero 2015).

Tres palabras nos llamaron la atención del discurso del entrevistado comprometido con los falsos positivos, estas palabras las recalcaba una y otra vez: deber, insignificante y órdenes. Al reflexionar, observamos que dentro de las palabras, implícitamente, se encontraba una posible respuesta frente a la razón por la cual los militares obedecieron ciegamente las órdenes de sus superiores, consistente en alcanzar resultados operacionales tangibles. Los involucrados en ningún



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