Don Juan by Lord Byron

Don Juan by Lord Byron

autor:Lord Byron [Lord Byron]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1819-05-01T05:00:00+00:00


* * *

Mientras sucedía lo que queda relatado, los tímidos rayos de la nueva aurora envolvían tiernamente el palacio del Sultán de Turquía. La bella Gulbeyaz, abandonando su lecho, en el cual sólo había hallado insomnios, un lecho magnífico y más blando que el de aquel sibarita que gritaba de dolor cuando encontraba en su cama una hoja de rosa, se cubrió con una capa de gasa y se adornó con algunas joyas. Era tan hermosa que el arte de tocador no hacía sino destacar levemente sus propios atractivos. En aquel momento se hallaba tan agitada que ni siquiera pensó contemplarse en cualquier espejo, por lo que perdió una ocasión de sentirse orgullosa de sí misma, puesto que su palidez y sus ojeras, consecuencia de la mala noche que había pasado en lucha entre el amor y el orgullo, la hacían aún más bella.

Casi al mismo tiempo, o quizá un poco más tarde, se levantaba también el Sultán, dueño sublime de treinta reinos y de una mujer que, sin embargo, lo aborrecía. Cuando el Sultán abandonó el palacio, Gulbeyaz se retiró a su gabinete e hizo llamar a Baba. Le preguntó por Juan y se informó de lo que había pasado desde que los esclavos se retiraron. ¿Qué había hecho Baba de ellos? ¿Había salido todo a la medida de su deseo? ¿Había sido conocido el disfraz? Pero, sobre todo, ¿cómo había pasado Juan la noche y en qué sitio? ¡Oh!, la Sultana estaba impaciente por saberlo…

Baba parecía preocupado, perplejo, y como si quisiera ocultar algo. Gulbeyaz, que amaba ante todo la obediencia rápida en sus súbditos, multiplicó sus preguntas; pero las respuestas eran cada vez más vagas, de manera que el semblante de la Sultana comenzó a dar señaladas muestras de disgusto. Con ello, Baba hubo de ser relativamente sincero, y explicó a su dueña que don Juan había sido confiado a Dudú y se había visto obligado a pasar la noche con ella en un mismo lecho. De todos modos, él estaba seguro de que Juan no había dejado conocer su verdadero sexo… Buen cuidado tuvo Baba de olvidar en su relato el extraño sueño sufrido por Dudú.

Aunque Gulbeyaz no era una mujer débil y propicia al desmayo, como lo son las damas cristianas, aunque no lo sean, el hecho es que pareció próxima a desmayarse. Postrada lentamente en un sillón apoyó su hermosa cabeza entre las manos, reclinando los brazos sobre las trémulas rodillas. Una sombría desesperación elevaba y oprimía su seno encantador, y su larga cabellera caía sobre su rostro ocultando casi sus hermosas facciones y sus exquisitas manos pálidas… Baba, que sabía por experiencia cuándo debe hablarse y cuándo no, contuvo su lengua hasta que hubo pasado aquella tempestad… Por fin, la Sultana se dirigió al eunuco y le dijo:

—Baba, trae a los dos esclavos.

Baba se estremeció y pareció dudar un momento, pidió perdón después y, al fin, acabó por suplicar respetuosamente a su ama que se sirviera decirle con exactitud a qué esclavos se refería.



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