Diario secreto by José María Vargas Vila

Diario secreto by José María Vargas Vila

autor:José María Vargas Vila [Vargas Vila, José María]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1989-01-01T00:00:00+00:00


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Facsímil de una página del diario, tomado del original.

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Noviembre 9

Verdaderamente noviembre es el mes de los muertos… florecen los crisantemos… majestuosos en su belleza cándida, bajo cielos de amianto de una tristeza seductora… y, la muerte, esa ráfaga de infinito, pasa cerca de mí, cantándome su suave canción de lo perecedero… la balada del último sueño… La Vanguardia se despuebla; caen los grandes de la guardia. Ayer he sabido la muerte de don Miguel Sánchez Pesquera[29] era un poeta pretérito, hundido hace mucho tiempo en el olvido, envejecido bajo su toga de juez; ha muerto del magisterio de esta audiencia, ese hombre que en su juventud había hecho versos y que con ellos encantó la mía. Yo lo creía muerto ya hace muchos años cuando hace poco lo encontré en el camino de mi vida, ya muy anciano, muy agotado: un magisterio jurídico que había sobre él, un poeta apreciable; fue el caso que: un abogado amigo mío, don Claudio García que tenía algo pendiente en relación con el poeta, hablándole de cosas literarias, le habló de mí; el viejo vate que tenía un libro inédito y ardía en deseos de publicarlo, pensó que yo podía ser útil a su designio por mis relaciones con la Casa Sopena y me visitó; para mí un revenant… yo lo creía hace mucho dormido en el sueño de los justos… Sánchez Pesquera, con Abigail Lozano y Fernando Velarde, habían sido los poetas más caros en mi adolescencia; ellos habían hecho arder y despertar mi juventud; y tendría veinte años cuando leí por primera vez los Sonetos de Sánchez Pesquera… Muy correcto y muy parco en sus producciones, creo que hizo otro libro de versos que éste; por algún tiempo vi aparecer fugitivas cosas suyas en revistas literarias; después lo perdí de vista por muchos años y lo supuse muerto; fue una gran sorpresa cuando hacia mediados de un año, antes de salir a un verano, al regresar a casa un día, me hallé con una tarjeta suya: Miguel Sánchez Pesquera…

Y mi hijo me dijo que el poeta mismo la había dejado y él lo había visto y recibido… Vivía… Quería que yo influyera con algún editor para la publicación de su libro; correspondí a su visita;

hallé en él a un anciano correcto, amable, de un delicioso perfume vieux temps; me sentí joven cerca de él; no me había sucedido nunca hallarme frente a uno de aquellos que fueron maestros en mi juventud; y, aquel poeta lo había sido, en eso del sentir poético; verdad es que ahora no podría decir una línea siquiera de los sonetos suyos, pero una emoción retrospectiva me asaltó al verlo; y, nos separamos buenos amigos; veraneamos en Caldetas, o, mejor dicho, en un regreso que hice a aquel lugar encantador recibí el 20 de octubre una carta en que el viejo magistrado, gozoso como un niño, me participaba que había llegado a un arreglo con el editor Maucci para la publicación de su libro



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