De A para X by John Berger

De A para X by John Berger

autor:John Berger [Berger, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2008-01-01T05:00:00+00:00


El día que desaparezca el hambre del mundo veremos una explosión espiritual como la humanidad no ha conocido nunca, le dijo Lorca a Jaime hace un momento.

Ya Nour:

La semana pasada vi a Alexis. Jugamos varias manos. Hacíamos pareja e inmediatamente salimos con tres canastas porque solo nos tocaron dos comodines. Me trajo almendras y no puedo parar de comerlas. Últimamente nos están cortando el suministro de alimentos. Escucha, voy a morder una, ¿oyes mi muela partiéndola?

De niña creía que las almendras se fabricaban a mano, y por eso eran distintas del resto de los frutos secos. Hoy sé que contienen una proteína soluble y que las amargas, a diferencia de las dulces, contienen ácido hidrociánico, que es un catalizador utilizado para extraer de sus menas el oro y otros metales puros, y, a veces, para llenar los pequeños viales que nos salvan, cuando nos agarran, de un destino peor que la muerte.

Conocía, claro, los almendros y sus flores blancas. Un blanco nupcial, y soñaba con casarme y llevar esas flores en el pelo. Hoy sueño con casarme en el locutorio de la cárcel de Suse (han rechazado nuestra tercera solicitud).

Conocía esos árboles, pero cuando colocaba las almendras en círculos sobre la mesa, me decía que había sido una mujer la que en el pasado había pensado que eran una golosina. En un pasado remoto. No era una mujer, sino una diosa. Una golosina para su amado. Preparó la primera almendra, la probó, redujo la cantidad de azúcar, añadió aceite, la volvió a probar, asintió, añadió un toque de comino, y decidió que serían almendras lo que prepararía cuando regresara su amado.

Así que dio instrucciones a un árbol. Fue el primer injerto, un injerto que no consistía en un esqueje y unos trapos, sino que estaba hecho de palabras. A la primavera siguiente, el árbol floreció y en junio produjo abundantes almendras con el mismo sabor que la que estoy mordiendo ahora. Más tarde, el amante de la diosa zarpó hacia otras tierras para no regresar jamás, y ella injertó sus instrucciones en otro árbol para que produjera almendras amargas; las flores de este árbol son rosáceas porque están mezcladas con las gotas de sangre de un corazón roto.

El ácido hidrociánico es también un antiespasmódico que se inyecta in extremis para bajar la tensión.

Y Alexis me contó una anécdota. Y con esta es la cuarta vez que la oigo, siempre contada por hombres que estaban contigo en el trullo. Cuando la cuentan los otros tres, dicen que fuiste tú quien empezó a ladrar en protesta por los insultos que le estaba profiriendo uno de los guardias a un recién llegado al penal, un hombre mayor, mientras lo encerraba en el calabozo contiguo al tuyo. Recuerdo bien que cuando me lo contaste tú, dijiste que fue el hombre quien empezó a ladrar.

Sabiendo como sé lo mal que se pasa cuando te trasladan a una nueva cárcel, creo que te inventaste que el hombre se puso a ladrar. Estoy casi segura de que fuiste tú.



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