Cuando las gárgolas lloran by Paula Gallego

Cuando las gárgolas lloran by Paula Gallego

autor:Paula Gallego [Gallego, Paula]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-21T00:00:00+00:00


Mas, tras la muerte de su hermana, y cada año desde entonces, Arélie abandonó sus traviesas excursiones a los bosques y sus largos bailes en los salones dorados para llorar a su hermana. En su lugar, se dejó llevar hasta el cementerio donde descansa su hermana y abrazó su tumba para besar con labios gélidos la morada eterna de sus restos.

Encontró un lecho entre la hojarasca del otoño, y se abrazó a Morfeo, que la arrulló entre sus brazos templados y sus delicadas caricias, quedando dormida, una vez más, junto a su amada hermana.

Arélie despertó un día tras un letargo inesperado, suspendida en el mundo onírico de la irrealidad, tras años de desmayo en el lóbrego cementerio, donde bellas imágenes aladas de piedra habían velado su sueño inmortal.

Pronto comprendió además que no había despertado por sí misma. En el solitario silencio del reino de la paz, Arélie sintió la presencia de un alma mortal; un alma que aún no había acariciado los oscuros y dulces labios de la muerte. El eco constante y acompasado de un corazón vivo la llamaba.

Arrastrada por la inocente curiosidad de su ser, se vio obligada a seguir el rastro de aquel que había decidido aventurarse en el reino de guardianes de piedra y polvo de huesos y entre vetustas tumbas de nombres olvidados, encontró a Víctor, el hijo del escultor que tantos días la había acompañado junto a las gárgolas de la catedral.

Su rostro permanecía tal y como lo recordaba, pero hacía una eternidad de su huida y Víctor debería haber sido un anciano. Por eso Arélie pensó que debía tratarse de un espíritu.

Sus oídos inmortales escuchaban el latido del corazón que la había despertado y olía la sangre corriendo por sus venas, así que dio un paso adelante y alzó la mano para colocarla sobre su pecho y asegurarse de que sus sentidos no la engañaban.

Víctor permaneció inmóvil, conmocionado, hasta que tomó su mano y la estrechó con fuerza entre las suyas.

—Llevo buscándote toda la noche —le aseguró.



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