Contrahistoria del liberalismo by Domenico Losurdo

Contrahistoria del liberalismo by Domenico Losurdo

autor:Domenico Losurdo [Losurdo, Domenico]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T05:00:00+00:00


6. LIBERALISMO Y RADICALISMO: DOS DISTINTAS FENOMENOLOGÍAS DEL PODER

Al expresar su juicio sobre Inglaterra y Estados Unidos, además de ignorar la condición de los pueblos coloniales o de origen colonial, Tocqueville ignora las condiciones materiales de vida, las relaciones de trabajo, hasta las «leyes civiles». Él declara ajenas a su investigación y al análisis de la democracia no solo la opresión de los negros y de los pieles rojas, sino también la detención de los ciudadanos blancos (los «vagabundos» o los pobres llamados a testificar en un proceso), que no son culpables de ningún delito. El culto de aquella «cosa santa» que es la libertad[688] ignora la suerte de los excluidos en su conjunto, ya vivan en las colonias o en la metrópoli. Y de nuevo, la divergencia entre el liberalismo y el radicalismo —de que Marx y Engels son los herederos críticos— se manifiesta ya a nivel epistemológico. En Inglaterra —observa Engels— el «favorecer a los ricos está explícitamente reconocido incluso en la ley[689]». A la misma conclusión llega también Tocqueville cuando analiza las «leyes civiles» inglesas heredadas por los Estados Unidos; sin embargo, tan solo para Engels posee este hecho relevancia política. Y, al igual que los dos autores de El manifiesto del partido comunista, también el liberal francés compara con un esclavo al obrero de la época, obligado a sufrir en la fábrica una «estricta dependencia» y fuera de ella, una miseria degradante y opresiva; pero, una vez más, él considera todo eso ajeno a la esfera política propiamente dicha.

Son, precisamente, la drástica restricción de lo político y la consiguiente exclusión de la parte mayor de la totalidad social fuera de su propio ámbito, lo que suscita las críticas de Marx. Desde el punto de vista de la sociedad y de la teoría política burguesa —observa ya en sus escritos juveniles— las relaciones sociales «tienen solo un significado privado, ningún significado político[690]». En su forma más desarrollada, el Estado burgués «cierra incluso los ojos y declara no políticos los antagonismos reales, que no le perturban». Una vez consideradas carentes de relevancia política, las relaciones burguesas sociales y de poder en la fábrica y en la sociedad pueden desarrollarse sin obstáculos o impedimentos externos[691].

Más allá de la miseria, la realidad de la fábrica —subraya El manifiesto del partido comunista— evidencia el «despotismo» que amenaza a los obreros, «organizados en forma militar» y, «como soldados rasos de la industria […] sometidos bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y suboficiales»[692]. Algo más vaga es la conclusión de Tocqueville; pero ahora el despotismo es identificado y denunciado no ya en esta realidad, sino más bien en los intentos del poder político por modificarla o aliviarla. Contra la pretensión de poner «la previsión y la sabiduría del Estado en el lugar de la previsión y de la sabiduría individuales», el liberal francés proclama que «no hay nada que autorice al Estado a entrometerse en la industria[693]»: nos referimos al célebre discurso del 12 de septiembre de 1848, pronunciado para



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