Comunidades imaginadas by Benedict Anderson

Comunidades imaginadas by Benedict Anderson

autor:Benedict Anderson [Anderson, Benedict]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1983-08-02T04:00:00+00:00


VIII. PATRIOTISMO Y RACISMO

EN LOS capítulos anteriores he tratado de delinear los procesos por los que la nación llegó a ser imaginada y, una vez imaginada, modelada, adaptada y transformada. Por fuerza, tal análisis se ha ocupado, ante todo, en el cambio social y en las diferentes formas de conciencia. Pero es dudoso que el cambio social o las conciencias transformadas ayuden mucho, por sí solas, a explicar el apego de las personas a los frutos de su imaginación, o bien, para replantear un interrogante examinado al principio de este texto: ¿por qué los individuos están dispuestos a morir por estas invenciones?

En una época en que es tan común que los intelectuales progresistas, cosmopolitas (¿sobre todo en Europa?) insistan en el carácter casi patológico del nacionalismo, su fundamento en el temor y el odio a los otros, y sus afinidades con el racismo,[1] convendrá recordar que las naciones inspiran amor, y a menudo un amor profundamente abnegado. Los frutos culturales del nacionalismo —la poesía, la literatura novelística, la música, las artes plásticas— revelan este amor muy claramente en miles de formas y estilos diferentes. Por otra parte, es muy raro el hallazgo de productos nacionalistas análogos que expresen temor y aversión.[2] Incluso en el caso de los pueblos colonizados, que tienen toda la razón para sentir odio hacia sus gobernantes imperialistas, resulta sorprendente la insignificancia del elemento odio en estas expresiones del sentimiento nacional. Aquí, por ejemplo, transcribimos la primera y las últimas estrofas de Último adiós, el famoso poema escrito por Rizal cuando aguardaba su ejecución a manos del imperialismo español:[3]

1. Adiós, Patria adorada, región del sol querida,

perla del mar de Oriente, nuestro perdido edén,

a darte voy, alegre, la triste mustia vida;

y fuera más brillante, más fresca, más florida,

también por ti la diera, la diera por tu bien…

12. Entonces nada importa me pongas en olvido:

tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré;

vibrante y limpia nota seré para tu oído;

aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido,

constante repitiendo la esencia de mi fe.

13. Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores,

querida Filipinas, oye el postrer adiós.

Ahí, te dejo todo: mis padres, mis amores.

Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores;

donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.

14. Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía,

amigos de la infancia, en el perdido hogar;

dad gracias, que descanso del fangoso día;

Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría;

Adiós, queridos seres. Morir es descansar.



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