Clodett by Clodett

Clodett by Clodett

autor:Clodett
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-06-16T07:56:45+00:00


Capítulo 7

Una confesión

¿Alguna vez has tenido que correr con tooodas tus fuerzas, hasta que las piernas se te convierten en gelatina, te quedas sin aire y, aun así, sigues corriendo y corriendo?

Pues espero que no, porque es la sensación más horrible del mundo.

Más que cuando el dentista tiene que arrancarte un diente o cuando te duele tanto la tripa que no sabes en qué postura ponerte en el sofá.

Porque, encima, ahora no quiero que se me escape un potencial vampiro que puede ponernos en peligro a todos.

Ah, espera, que aún no te has enterado.

Después de descubrir que Ian se escondía detrás de una de las cortinas del salón de baile del Casino, en lugar de quedarse quietecito y contarnos toda la verdad, ¿sabes qué ha decidido hacer? ¡¡¡ECHAR A CORRER!!! ¡Como un fugitivo!

Por eso, aunque tengo muy poco aliento y apenas puedo pensar, le digo a Abril mientras corremos:

—¿Qué más pruebas necesitas? ¡Si no fuera culpable, no huiría así!

—¡Calla y sigue! Creo que va hacia la catedral —jadea.

Abril prefiere perder un dedo antes que admitir que yo tengo razón, pero seguimos corriendo hasta que, efectivamente, vemos cómo Ian cruza la puerta de la catedral de Murcia.

¿No se supone que los vampiros no pueden entrar en iglesias y lugares sagrados?

Arrugo la frente al mirar a Abril y sé que ella piensa lo mismo.

Y que también piensa otras muchas cosas como:

Si Ian es un vampiro, ¿por qué puede darle el sol sin que le afecte?

¿Cómo es posible que coma bocadillos en el recreo como si nada y no se alimente de sangre?

¿Por qué no le molesta el olor a ajo que hay siempre en la cafetería del instituto?

Estamos ante una incógnita muy difícil de descifrar, por eso bajamos el ritmo cuando vamos a entrar en la catedral y el fresquito del interior nos recibe.

Da gusto que a estas alturas, que todavía hace bastante calor, aquí dentro se esté así de bien. Casi me dan ganas de tumbarme en el suelo para pegar mis mejillas contra las baldosas y que se me enfríen un poco, porque me siento como un pollo asado.

Por desgracia, no hay tiempo para eso ni para nada más que no sea encontrar a Ian.

—Vamos, antes de que escape por otra de las puertas de la catedral. —Abril tira de mí y yo me enredo con mis piernas, pero sigo el camino que me indica.

Nuestras zapatillas rechinan y hacen eco por toda la catedral hasta ponerme la piel de gallina. Pero, de repente, Abril se detiene en seco.

—¿Qué…? —empiezo a decir, pero mi amiga me tapa la boca al instante mientras se lleva un dedo a los labios.

Entonces entiendo por qué.

Hay otras zapatillas rechinando. Y, aunque todavía hay algún que otro turista por la ciudad, la catedral está ahora mismo vacía, así que o el capellán lleva unas zapatillas de deporte o lo que oímos nos está indicando por dónde va Ian.

Caminamos de puntillas para intentar hacer el menor ruido posible y te prometo que hasta aguanto un poco la respiración, aunque el corazón me vaya a mil.



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