Ciudadanos by Simon Schama

Ciudadanos by Simon Schama

autor:Simon Schama
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Historia
publicado: 1989-01-01T00:00:00+00:00


Cuidado, no sea que el poder afirmado sobre la ruina de las leyes… obligue al príncipe a reinar sobre su Estado como lo haría en un país conquistado.

Los partidarios de este punto de vista no se agotaban en los robins. Uno de sus aliados más firmes en el sector de la nobleza de la espada era el príncipe de Conti, primo del rey y portavoz enérgico y orgánico. Su archivista, Le Paige, fue el más hábil e inflexible de todos los propagandistas parlamentarios. En el otro extremo del espectro de las actitudes aristocráticas, en el fondo de la campiña de Poitou, un oficial retirado de la caballería, el barón de Lezardiére (después de algunas vacilaciones iniciales), alentó a su hija de diecisiete años, Pauline, que ansiaba convertirse en historiadora del Medioevo y teorizadora política. Sobre la base de muchas horas consagradas a cartas y anales polvorientos, a su debido tiempo ella desarrolló una inmensa reseña en varios volúmenes de la fundación de la monarquía franca y su relación con las primeras asambleas medievales. Esto no era mera crónica. En su versión completa aparecía como una teoría desarrollada de la legitimidad de las instituciones políticas francesas. Pero por la época en que Mlle, de Lezardiére dio los toques finales a su obra, la autoridad de esta se había visto desbordada por la Revolución, y su familia se había dispersado en procura de diferentes y trágicos lugares de descanso: el exilio británico, el ejército realista o los sangrientos cadáveres de las masacres en las cárceles de París.

Comparadas con lo que había de venir, las cuestiones que provocaron este intenso conflicto acerca de la naturaleza de la monarquía parecen arcanas o absurdamente paradójicas. El gobierno fue estigmatizado por primera vez como despótico en la década de 1750, cuando trató de imponer la bula papal Unigenitus que negaba los sacramentos del bautismo, el matrimonio y los últimos ritos a quien no pudiera demostrar una ortodoxia impecable. Era una medida destinada a destruir la herejía católica del jansenismo, que afirmaba una visión mucho más austera de la salvación que la norma aceptable, y que tenía partidarios en elevados niveles de los parlamentos, sobre todo en París. Pero cuando se llegó al problema práctico de los sacerdotes que en efecto negaban los sacramentos a personas que habían vivido una vida al parecer ejemplar, los parlamentos pudieron pasar a la ofensiva en nombre tanto del pueblo como de la nación. Según decían, los jesuitas estaban decididos a apoderarse de la iglesia «gálica» nacional para subordinarla a los designios internacionales de Roma, y al proceder así estaban dispuestos a convertir a la monarquía en un despotismo extranjero. Y alcanzaron éxito suficiente para obligar al gobierno a promover una modificación total de su posición, lo que en 1762 culminó en la liquidación de la orden jesuita en Francia. Asimismo, por ejemplo cuando los impuestos amenazaron afectar a las clases privilegiadas, los parlamentos posaron como protectores de las libertades de la nación, una ironía que no pasó inadvertida para Voltaire, que juzgó hipócritas a los miembros de estos organismos.



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