Ciudad abierta by Teju Cole

Ciudad abierta by Teju Cole

autor:Teju Cole [Cole, Teju]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


DIEZ

Corría por Lagos con mi hermana. Participábamos en un maratón, y teníamos que apartar vagabundos y perros callejeros. Pero yo no tengo hermana, soy hijo único. Cuando me desperté de golpe estaba en una oscuridad completa. Traté de adaptar los ojos. A la tibieza de la cama llegaba ruido de tráfico. Como siempre que uno se despierta así, no tenía idea de la hora. Pero se apoderó de mí un terror inmediato. No lograba recordar quién era. Una cama tibia, el ruido del tráfico. ¿Qué país es éste? ¿Qué es esta casa? ¿Y con quién estoy? Alargué la mano, en la cama no había nadie más. ¿Dormía solo porque no tenía pareja o porque mi pareja estaba lejos? Flotaba en la oscuridad, anónimo para mí, perdido en la sensación de que el mundo existía pero yo ya no era parte de él.

La primera pregunta que encontró respuesta fue la de la pareja. No tenía pareja, estaba solo. El dato llegó y me calmó enseguida. Lo angustioso había sido no saber. Luego vino otra información: estaba en Bruselas, Bélgica, en un apartamento alquilado, el apartamento estaba en la planta baja y el estruendo provenía de los camiones de la basura. Los camiones pasaban los viernes antes del amanecer. Yo era alguien, no un cuerpo sin ser. Poco a poco había vuelto a mí desde la lejanía. El esfuerzo de reunir para mi identidad ese lastre, un lastre de apariencia anodina sin el cual mi corazón podría haberse rendido, me dejó agotado. Recaí en un sueño sin sueños mientras fuera los camiones seguían bramando. Cuando por fin volví a despertarme era casi mediodía. La habitación estaba colmada de una luz natural diluida en lluvia. Era el séptimo día seguido de una lluvia persistente, delgada, que caía sin grandeza bíblica. Pero su persistencia me hacía pensar en la única otra lluvia que yo recordaba que había durado días enteros. Sin duda había habido otras, pero en mi memoria sólo se alzaba ese incidente solitario. Entonces yo tenía nueve años, por lo tanto había sido uno antes de que me mandaran al internado.

El día aquel había empezado claro, caluroso como cualquiera en la bruma interminable de días de calor normales para nosotros en todos los meses del año. Yo había llegado de la escuela a las dos, había comido y hecho una siesta, cosa insólita en mí. Cuando desperté mi madre había salido, al mercado o al banco. Aún faltaban unas horas para que mi padre volviese del trabajo, en la casa sólo estaba mi mama, la madre de mi padre. Tenía una habitación en la parte trasera de la planta baja de la casa, detrás de la cocina, en la misma zona que el estudio. Fui a verla pero aún dormía. Se había cortado la electricidad, de no haber sido así, yo podría haber mirado la tele. Durante los días de escuela me lo tenían prohibido, y los fines de semana lo único de interés eran los noticieros deportivos: fútbol inglés los sábados por la noche y la liga italiana los domingos.



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