Celia en el mundo by Elena Fortún

Celia en el mundo by Elena Fortún

autor:Elena Fortún [Fortún, Elena]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1934-05-14T16:00:00+00:00


XX

Vino el papá de Paulette a invitar al tío a tomar el café con ellos, y yo fui también. El tío volvió encantado.

—¿Te has fijado en Paulette, tiíto? ¿No es verdad que es la niña más guapa de todo el mundo? ¿Has visto qué vestidos lleva? Pues me tienes que comprar uno igual, con botones blancos y piquitos por aquí… y un traje de baño como el suyo, con redondeles de colores y cinturón blanco… y sandalias como las que lleva ella…

—En lo que tienes que imitarla es en ser amable y callada, como esa niña.

—Sí, pero lo primero que me hace falta para parecerme de verdad es un vestido igual…; si no, es imposible.

El tío no comprende las cosas. Me ha comprado un vestido azul, pero no es igual enteramente. Me está largo, y no tiene dos farolitos en lugar de mangas, como el de Paulette. ¡Esto era lo que más me gustaba! El mío no tiene mangas y no me lo quiero poner…

Ahora el tío va todos los días, después de comer, a tomar el café en casa de los papás de Paulette; pero como es por la noche, no voy yo y me acuesto.

Al otro día le oigo decir que Basílides no sabe hacer el café y que buena diferencia va con el que toma por la noche… Basílides rabia, y dice que compra el café en el mismo sitio y que echa la misma cantidad, pero que sabe mejor el otro porque lo hace Lisón, la hermana de Paulette, que es joven y guapa… ¡Esta Basílides es tonta!

El tío dijo que teníamos que invitarlos a una merienda en el jardín, y contamos los cubiertos, y los platillos y las tazas…, y resultó que iba a ser una birria y hubo que desistir.

Pero a los pocos días volvió el tío a decir que había que invitarlos fuera como fuera, que ya se harían cargo de que no hay señora en nuestra casa, sino un hombre solo y una vieja rancia…

¡Vaya con lo enfadada que se puso Basílides! Pues más enfadados nos debíamos de poner Maimón y yo, que ni siquiera se acuerda el tío que vivimos en su casa…

—Lo que hace falta —dijo el tío es que no se le ocurra aparecer por aquí a tu tía Julia, que es una ridícula, y nos agüe la fiesta…

Porque la tía Julia ha escrito diciendo que va a venir con tres gatos y el primo médico.

Compramos vajilla y platitos de cristal, y un juego de té chiquitito, que me hacía mucha falta para convidar a Paulette y a sus amigas, y un tarro grande de pintura, para pintar de verde los sillones de mimbre.

Por la mañana del día de la fiesta, el tío se acordó que nos hacía falta una muchachita para traer y llevar las bandejas. Ni Basílides, que está gordotona y fea, ni Maimón, siempre lleno de chafarrinones, debían aparecer por el jardín en toda la tarde.

—Yo sé dónde proporcionan servidumbre —le dije—; lo he leído ayer en la tienda de postales de la playa.



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