Cazadores de sombras. Las Crónicas de Magnus Bane (Edición mexicana) by Sarah Rees Brennan

Cazadores de sombras. Las Crónicas de Magnus Bane (Edición mexicana) by Sarah Rees Brennan

autor:Sarah Rees Brennan [CLARE, CASSANDRA]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Destino México
publicado: 2015-09-03T05:00:00+00:00


Visitar a las hadas para oír chismes sobre vampiros, a los licántropos para oír chismes sobre hadas, y no chismorrear sobre los licántropos, porque intentarían arrancarte la cara de un mordisco: ése era el lema de Magnus.

Conocía a un hada que trabajaba en el club de Lou Walters, en el Harlem español, la parte más turbia y dura de Times Square. Magnus había ido allí una vez o dos a ver a Mae West y se había fijado en una chica del coro que usaba un glamour para ocultar sus alas de hada y su pálida piel amatista. Desde entonces, Aeval y él habían sido amigos, tan amigos como se podía ser cuando tanto la dama como él sólo estaban interesados en información.

Se hallaba sentada en los escalones, ya vestida para actuar. Había mucha delicada piel lila a la vista.

—Estoy aquí para ver a un hada y hablar con ella sobre un vampiro —dijo Magnus en voz baja, y ella se echó a reír.

Magnus no se rio con ella. Tenía la sensación de que le costaría mucho sacarse de la cabeza el recuerdo del rostro de Guadalupe o el de su mano apretándole el brazo.

—Estoy buscando a un chico. Humano. Seguramente lo ha robado uno del clan del Harlem español.

Aeval se encogió de hombros en un gesto grácil y fluido.

—Ya conoces a los vampiros. Podría ser cualquiera de ellos.

Magnus dudó un momento.

—Se dice —añadió luego— que a éste le gustan muy jóvenes.

—En ese caso... —Aeval agitó las alas. Incluso a los subterráneos más insensibles no les gustaba que se metieran con los niños—. Puede que haya oído algo sobre un tal Louis Karnstein.

Magnus le hizo un gesto animándola a que siguiera; se inclinó hacia ella y desplazó el sombrero para que Aeval pudiera hablarle al oído.

—Estaba viviendo en Hungría hasta hace poco. Es viejo y poderoso, y por eso lady Camille lo ha acogido de buena gana. Y tiene un especial cariño por los niños. Cree que su sangre es la más pura y dulce, igual que la carne joven es la más tierna. Tuvo que huir de Hungría porque lo perseguían unos mundanos que descubrieron su guarida... y encontraron a todos los niños allí.

«Salvar a Raphael», pensó Magnus. Cada vez parecía una misión más imposible.

Aeval lo miró, y sus enormes ojos rasgados dejaron escapar una ligera chispa de preocupación. Cuando un hada parecía preocupada, era el momento de prepararse para lo peor.

—Mátalo, brujo —le dijo—. Ya sabes lo que harán los cazadores de sombras si se enteran de algo así. Si Karnstein ha vuelto a las andadas en nuestra ciudad, será malo para todos nosotros. Los nefilim matarán a todo vampiro que vean. Primero vendrán los cuchillos serafines, y luego ya se ocuparán de las preguntas.

A Magnus no le gustaba acercarse al hotel Dumont y no lo hacía si podía evitarlo. Estaba medio ruinoso y resultaba inquietante. Contenía malos recuerdos, y también, de vez en cuando, a su malvada examante.

Pero ese día parecía que el hotel era su inevitable destino.



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