Castilla en canal by Raúl Guerra Garrido

Castilla en canal by Raúl Guerra Garrido

autor:Raúl Guerra Garrido [Guerra Garrido, Raúl]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


Dubitativa realidad

La arqueta de riego o de refugio, de ladrillo y desconchones, te llama la atención por su puerta, parece hecha por el impacto de un obús. La desnudez de la sirga dista mucho del consejo de Ulloa de «hacer plantíos de árboles que hermoseen la obra y con raíces que aseguren más los fondos del canal y del dique». Lo primero que avistas del poblado es la iglesia, retrancada tras un largo almacén y diáfana, los huecos de la espadaña y del óculos la asemejan a una calcomanía sobre la piel del cielo. Gritas para averiguar si existe el eco y si aún existe alguien sobre la superficie de la tierra. Aquí se interrumpió la excavación en 1755. Cuando años después, en 1792, se abrieron a la navegación todos los tramos ya excavados en los ramales del Norte y de Campos, este lugar adquirió un gran valor estratégico puesto que era el más meridional de la línea navegable y podía convertirse en el principal puerto de embarque de los excedentes cerealistas de la comarca. De ahí que en este pago decidiera fundarse la nueva población de San Fernando o Sahagún el Viejo, también llamada Sahagún el Real, nombre que prevaleció. Visitas los viejos y derruidos edificios del almacén de cereales, del parador para hospedaje de transportistas y empleados del Canal y la casa del fiel. Espantas una bandada de palomas pero persiste el teclear de un terco e invisible pájaro carpintero. Admiras las sólidas estructuras de madera que aún resisten, quizá pudieran retejarse de servir para alguien más que para los pastores sorprendidos por la lluvia y los románticos excursionistas que dibujan en las paredes corazones atravesados por fechas y flechas. Breve fue el esplendor de Sahagún el Real como puerto, los avatares del cambio de siglo lo arruinaron pero aún pueden observarse los restos de su actividad. Esos bastones cantoneros que aquí oficiaban además como norays para el amarre de las barcazas. Esa ampliación del cauce a modo de dársena donde la vegetación acuática se acumula y como hiedra asciende por los zócalos de piedra. Ese pálpito suspendido en la canícula. Has oído por la radio que quieren convertir este lugar en una zona de recreo cuyo mayor atractivo turístico sería el realizar viajes en barca circunvalando la Nava, aprovechando que es un tramo sin esclusas. La idea te deprime, no te gustaría ver al Canal de Castilla transformado en Disneyworld. Estos proyectos pequeñoburgueses, con ayuda de la Unión Europea, te parecen plan Leader para hoy y hambre para mañana. La primera condición que debiera exigirse al turismo del Canal es que no estuviera dirigido al turista sino al viajero, a alguien capaz de percibir este pálpito suspendido entre la soledad y el silencio. Pasa un rebaño de ovejas con su paso acompasado a una música oriental de suaves tañidos, la de sus cencerros. Nada más subjetivo que la realidad, estás en un encantador poblado que no existe. Al filo de los años del declive de este asentamiento,



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