Calendar Girl 2 by Audrey Carlan

Calendar Girl 2 by Audrey Carlan

autor:Audrey Carlan [Carlan, Audrey]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-10-27T04:00:00+00:00


Por favor, Dios, no permitas que mi padre muera.

Deseo que Maddy consiga todo lo que se proponga en la vida.

Buda, me gustaría enviar luz y amor a Wes para que nunca se sienta solo, ni siquiera cuando esté en una habitación llena de gente.

6

Tai y yo seguimos recorriendo la isla durante toda la tarde. Hicimos una parada en la costa norte y tomamos nada más y nada menos que comida mexicana. No se parecía a la comida mexicana de California, pero era picante y estaba caliente, y me reconfortó el cuerpo y el estómago, justo lo que necesitaba tras unas horas de ver pasar playa tras playa. Durante un buen rato saqué la mano por la ventanilla y jugué con el viento. Tai parecía muy satisfecho conduciendo y dándome la otra mano. En la radio sonaba música hawaiana, muy relajante. No entendía lo que decían, pero igualmente disfrutaba de ella.

—¿Cuándo crees que sentarás la cabeza? —le pregunté, sin venir a cuento.

Él ladeó el cuello y frunció los labios.

—Sueño con ello cada noche, pero no obtengo respuesta.

Frunció el ceño y su estado de ánimo pareció cambiar. Daba la impresión de que al sexi samoano el tema lo preocupaba más de lo que parecía.

Tai era uno de esos hombres con los que las mujeres se casaban. Lo nuestro era otra cosa. Nosotros estábamos divirtiéndonos, compartiendo sexo y amistad, no amor ni compromiso. Aun así, sabía que él tenía muchas ganas de conseguir ambas cosas.

Le apreté la mano, dándole ánimos.

—¿Qué piensa tu madre? Me dijiste que podía ver el futuro. Desde luego, espero que lo que me mencionó a mí se cumpla.

Él suspiró.

— Tina dice que conoceré a mi pareja de manera inesperada.

Bajó la cabeza con timidez y me dirigió una mirada de adoración con sus ojos oscuros y ardientes como carbones encendidos.

—Al principio pensé que igual eras tú. —Yo negué con la cabeza inmediatamente—. Lo sé, lo sé: estamos destinados a ser amigos. Además, si hubieras sido tú, tina se habría volcado contigo. Pero es frustrante tanta espera. Me siento como si estuviera viviendo a medias; como si la otra mitad de mi vida estuviera viviendo en alguna parte, sin mí.

Dios, ese hombre era un santo. Estaba convencida de que conseguiría lo que se propusiera. La gente que es tan amable, tan buena, y que vienen de familias sólidas, normalmente logran sus objetivos. Tai se lo merecía.

—La encontrarás.

—Bueno…, tinam e dio un par de pistas.

Abrí mucho los ojos, me volví de lado en el asiento y me senté sobre una rodilla para observarlo detenidamente.

—Tú dirás. Estoy esperando. —Le propiné un puñetazo en el brazo para dar énfasis a mis palabras, y tuve que sacudir la mano porque me hice daño en el puño—. Joder, no hagas más pesas.

Él se rio y gruñó como un cerdo, sin problemas.

—Eres la primera mujer que me lo pide.

—No te escaquees. ¿Qué te contó Masina sobre tu media naranja?

Tai se pasó una mano por su cabeza rapada casi al cero. Oí el ruido que hacía su pelo al rascar su mano callosa.



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