Cómeme si te atreves by Daniel Ojeda

Cómeme si te atreves by Daniel Ojeda

autor:Daniel Ojeda
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela juvenil, juvenil romántica, romántica contemporánea, Madrid, Blue Jeans, El Club de los Incomprendidos, Chris Pueyo, El chico de las estrellas, María Villalón
ISBN: 9788416498598
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2015-11-26T00:00:00+00:00


Imposible

Mi vida habla sobre puertas cerradas y personas que me esperan tras ellas. O de cuando entran y la única forma que tienen de arreglar lo que se encuentran es con abrazos. Con palabras que compensen lo que tú misma no te dices. Escucho la voz de Helena detrás de la puerta del vestuario en el que llevo diez minutos encerrada, también la de su padre tranquilizándola. Regalándole la libertad con la que Claudia nunca la premiará. Me miro al espejo y comienzo a odiar al mundo, el biquini que llevo puesto, la seguridad de Helena al ponerse el suyo y a Daniel. Aunque esto último dura poco. Pero él es el culpable de todo esto al invitar a la piscina a sus amigos un día en el que el público será mínimo. Y la posibilidad de que se fijen en mí es casi segura. Definitiva.

—¿Ya habéis terminado? —Oigo la voz de Daniel lejana e impaciente, fuera de los vestuarios.

—Ya vamos —responde Helena y a continuación le pide a su padre que espere un segundo.

Y esta vez salgo yo. Sin romper el cristal que me refleja, a mí, al pelo que casi cubre mis hombros por completo, las manos con las que ahora intento taparme y las estrías que están ahí cuando menos las necesitas. Como la hiedra. Y asoman por el filo de la parte baja del biquini, de camino al ombligo. Amenazantes.

—Puedo ir a casa a por un bañador —le digo a Helena y ella pone los ojos en blanco.

—Babia, ojalá pudieras verte como te veo yo, te sorprenderías.

Ignoro sus palabras y vuelvo a mirarme en el espejo. Desde fuera, con más distancia. Qué demonios, ¿dónde está esa chica a la que le importa una mierda lo que piense todo el mundo? Sigue aquí, parte de ella también es verdad. Y no quiero que se marche. La necesito.

Me pongo una camiseta que me tapa hasta por encima de la rodilla. Helena hace lo mismo y salimos de los vestuarios, encontrándonos a Daniel apoyado en la valla que separa la piscina. Lleva un bañador negro y una camiseta blanca que le cae relajada por el pecho.

—La Trunchbull. —A Daniel le divierte el apodo que uso para referirme a nuestra «jefa»—. Nos ha dado un aviso. Que venga poca gente no significa que podamos descuidar las labores de las que nos tenemos que ocupar por saltarnos la ley nocturna —dice imitándola burlonamente.

—¿Qué ley nocturna? —disparo haciéndome la tonta.

—Te gustan demasiado las fiestas.

—Tú me invitaste a una, yo solo hice el resto. —Le sonrío mientras avanzamos hasta la taquilla.

Tengo la sensación de que no hace más que mirar mis labios. Y los escondo, mojándolos con mi propia saliva.

La piscina está casi vacía, solo dos mujeres se encuentran en la zona más cercana al socorrista. Intentando sacarle conversación sin descanso, sin saber que bajo las gafas hay dos párpados cerrados. Los amigos de Daniel no tardan en llegar, los mismos que la otra vez. Incluida Julia, con una acompañante, aparte de sus dos eternas aliadas.



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