\ by Morgan Rice

\ by Morgan Rice

autor:Morgan Rice [Rice, Morgan]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2016-11-29T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VEINTINUEVE

Gwendolyn estaba en el pico de la Cresta, sobre la amplia plataforma de piedra que una vez recorrió con el Rey y buscaba en el cielo. Argon estaba a su lado, Steffen a su otro lado y Krohn a sus pies, mientras ella inspeccionaba el cielo, observando cómo Lycoples desaparecía. Después de que Lycoples los hubiera traído de vuelta de ver al maestro de Argon y los hubiera dejado, a ella y a Argon, en la cumbre de la Cresta, Gwen había ordenado a Lycoples que partiera, que fuera en busca de Thorgrin y le entregara su mensaje. Que él encontrara el Anillo del Hechicero era su última esperanza y Gwendolyn, por mucho que lo deseara por propio interés, no podía dejar que Lycoples se quedara con ella. Por eso había renunciado a su propia ocasión de escapar y, en cambio, había escogido quedarse allí, con el Anillo, no abandonar a su pueblo, su promesa, fueran los que fueran los peligros que viniesen.

Gwen no se arrepentía. No era el estilo de Gwendolyn abandonar a su pueblo y le había prometido al Rey que ayudaría a su pueblo y tenía la intención de cumplirlo. Puede que Lycoples la hubiera dejado aquí abajo, en la seguridad de la capital, al otro lado del lago, lejos de las primeras líneas de la invasión que se acercaba, pero ella no era así. Si se aproximaba una guerra, aquí era donde ella quería estar, en primera línea, reuniendo a las tropas, preparándose.

Gwen notaba que se le agitaba el corazón, sentía una conocida sensación de hormigueo en las manos, en los brazos, mientras se preparaba para la batalla y se metía en la actitud mental. Mientras volaba por encima del Gran Desierto, había observado horrorizada, atemorizada y fascinada, la interminable cantidad de tropas del Imperio, todos en dirección hacia la Cresta -parecía que el mundo entero se estaba congregando para destruir aquel lugar. Era una sensación irreal ir volando directamente al corazón del problema y no alejarse de él. Parecía que Lycoples los hubiera dejado caer en el ojo del huracán.

Y ella sabía que, si las profecías del maestro de Argon eran ciertas, nada retendría al Imperio y la Cresta pronto sería destruida.

Pero Gwen no abandonaba fácilmente ni hacía caso a las profecías. Al contrario, desde que había llegado había hecho todo lo que había en su poder para reunir a las tropas de la Cresta, a todos los caballeros del Rey, para ayudar a defenderla. Al principio había intentado que hicieran caso de sus palabras y evacuaran la Cresta, pero no la escucharon y ella sabía que nunca conseguiría obligar a aquellas personas a evacuar su hogar durante siglos y dirigirse a lo desconocido. Especialmente cuando todavía no había ningún enemigo a la vista. Muchos de ellos todavía vivían en la negación de que el Imperio atacaría.

Así que Gwen escogió la mejor alternativa. Hizo sonar todos los cuernos, que incluso continuaban sonando ahora mientras ella estaba allí, sonando todos en coro, una y otra



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