Buena suerte by David Baldacci

Buena suerte by David Baldacci

autor:David Baldacci [Baldacci, David]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2001-06-29T16:00:00+00:00


25

A la mañana siguiente Lou se levantó temprano. El sonido de la música había permanecido en su cabeza a lo largo de la noche, sumiéndola en un sueño placentero. Se desperezó, tocó el suelo con cuidado y fue a mirar por la ventana. El sol ya había iniciado su ascenso y Lou sabía que tenía que ir al establo a ordeñar, tarea que ya había asumido como propia, porque había acabado gustándole el frescor del establo por la mañana, así como el olor de las vacas y el heno. A veces subía al pajar, abría las puertas para el heno y se sentaba en el hueco para contemplar las tierras desde aquella posición privilegiada, escuchar los sonidos de los pájaros y pequeños animales que correteaban entre los árboles, los cultivos y la hierba alta y disfrutar de la brisa que siempre parecía soplar allí.

Aquélla era otra mañana de cielo despejado, montañas inquietantes, el vuelo juguetón de los pájaros, las actividades eficientes de los animales, árboles y flores. Sin embargo, Lou no estaba preparada para ver a Diamond y a Jeb saliendo del establo y dirigiéndose a la carretera.

Lou se vistió rápidamente y bajó las escaleras. Louisa había preparado el desayuno, aunque Oz aún no había aparecido.

—Anoche lo pasamos bien —comentó Lou al tiempo que se sentaba a la mesa.

—Ahora seguro que te ríes, pero cuando era joven se me daba muy bien bailar —apuntó Louisa mientras dejaba un bollo untado con mermelada y un vaso de leche en la mesa para Lou.

—Diamond debe de haber dormido en el establo —dijo Lou al tiempo que daba un bocado al bollo—. ¿Sus padres no se preocupan por él? —Miró a Louisa de soslayo y añadió—: Supongo que antes debería preguntar si tiene padres.

Louisa exhaló un suspiro y luego miró a su biznieta.

—Su madre murió cuando él nació. Aquí arriba sucede a menudo. Demasiado a menudo, en realidad. Su padre murió hace cuatro años.

Lou soltó el bollo.

—¿Cómo murió su padre?

—No es asunto tuyo, Lou.

—¿Tiene alguna relación con lo que Diamond le hizo al coche de ese hombre?

Louisa se sentó y tamborileó sobre la mesa con los dedos.

—Por favor —rogó Lou—, quiero saberlo. Diamond me preocupa. Es mi amigo.

—Dinamitando una de las minas —explicó Louisa sin rodeos—. Cayó por una ladera. Una ladera que Donovan Skinner estaba cultivando.

—Entonces, ¿con quién vive Diamond?

—Es como un pájaro salvaje. Si lo metieras en una jaula moriría. Si necesita algo, sabe que puede pedírmelo.

—¿La compañía minera le pagó algo por el accidente?

Louisa negó con la cabeza.

—Utilizaron artimañas legales. Cotton intentó ayudar, pero no podía hacer gran cosa. Aquí Southern Valley es una empresa muy poderosa.

—Pobre Diamond.

—Seguro que el chico protestó —apuntó Louisa—. En una ocasión las ruedas del coche de un maquinista se cayeron cuando salía de la mina. Y luego un volquete no se abría y tuvieron que ir a buscar a gente de Roanoke. Encontraron una piedra atascada en el engranaje. Ese mismo jefe de la mina de carbón estaba una vez en un retrete que volcó.



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