Blonde by Joyce Carol Oates

Blonde by Joyce Carol Oates

autor:Joyce Carol Oates
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Biografía, Drama
publicado: 2000-01-01T05:00:00+00:00


Para mi hijo

Contigo,

el mundo vuelve a nacer.

Antes de ti…

nada existía.

Los reyes magos

Eran Hedda Hopper, P. Pukham («Hollywood After Dark»), G. Belcher, Max Mercer, Dorothy Kilgallen, H. Salop, «Keyhole», Skid Skolsky (que desenterraba jugosos chismes hollywoodienses desde su madriguera en Schwab’s Drugstore), Gloria Grahame, V. Venell, «Buck» Holster, Smilin Jack, Lex Aise, Cramme, Pease, Coker, Crudloe, Gagge, Gargoie, Scudd, Sly Goldblatt, Pett, Trott, Leviticus, BUZZ YARD, M. Mudd, Wall Reese, Walter Winchell, Louella Parsons y HOLLYWOOD ROVING EYE, entre otros. Sus exaltados artículos se publicaban en L. A. Times, L. A. Beacon, L. A. Confidential, Variety, Hollywood Reporter, Hollywood Tatler, Hollywood Confidential, Hollywood Diary, Photoplay, PhotoLife, Screen World, Screen Romance, Screen Secrets, Modern Screen, Screenland, Screen Album, Movie Stories, Movieland, New York Post, Filmland Tell-All, Scoop! y otras revistas. Trabajaban para United Press y American Press. Infatigables, cumplían la función de hacer circular rumores. De airear los trapos sucios y avivar las llamas. Se anticipaban a los hechos, arrojando gasolina en el bosque para hacer correr las noticias como un reguero de pólvora. Pregonaban, presagiaban, anunciaban los hechos a bombo y platillo. Tocaban el clarín, la trompeta y la tuba desde lo alto de las murallas. Hacían sonar campanas y alarmas. Juntos e individualmente, en coros y en arias, proclamaban, aclamaban, divulgaban y pronosticaban. Elogiaban, criticaban, promulgaban y difundían. Eran volcanes de palabras. Mareas de palabras. Sermoneaban, profetizaban, promocionaban y sepultaban. Llamaban la atención. Acaparaban la atención. Voceaban su mercancía. Daban coba, publicitaban, alborotaban, revelaban, ventilaban e hiperventilaban. Predecían y contradecían. Hablaban de «meteóricos» ascensos y «trágicos» descensos. Eran astrónomos que señalaban la trayectoria de los astros, que observaban constantemente el cielo nocturno. Estaban presentes cuando nacía una estrella y también cuando moría. Cantaban loas a la carne y se alimentaban de carroña. Lamían con gula la piel hermosa y chupaban con avidez la deliciosa sangre. En los cincuenta, aclamaban con letras mayúsculas a MARILYN MONROE, MARILYN MONROE, MARILYN MONROE. En Photoplay, fue Medalla de Oro a la Mejor Actriz de 1953. En Playboy, Novia del Mes de noviembre de 1953. En Screen World, Miss Rubia Bombazo 1953. Aparecía también en revistas más serias, como Life, Collier’s, Saturday Evening Post, Esquire. Fotografiada junto a un niño en silla de ruedas que miraba con admiración a la bella rubia, NO OLVIDÉIS HACER UNA DONACIÓN GENEROSA A LA CAMPAÑA DE LOS DIEZ CENTAVOS. MARILYN MONROE.

—Ah, supongo que en esta foto está guapa —le dijo a Cass con una risita nerviosa—. Con ese vestido. ¡Dios! Pero no soy yo, ¿verdad? ¿Qué pasará cuando la gente lo descubra?

Con una extraña, luminosa opacidad en los ojos azul celeste que él sólo conseguiría explicarse en retrospectiva, e incluso entonces sin una certeza absoluta. Porque no la escuchaba con atención. Uno rara vez escuchaba a Norma con atención. Hablaba para sí, como si los pensamientos simplemente rebosaran de su abarrotado cerebro. Con aquella manera tan suya de cerrar las manos en puños, flexionar los dedos, tocarse inconscientemente los labios como para comprobar… ¿qué? ¿Que tenía labios? ¿Que éstos



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