Beau geste by P. C. Wren

Beau geste by P. C. Wren

autor:P. C. Wren [Wren, P. C.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1924-01-01T05:00:00+00:00


§4

Salí alegremente a la calle de Saint Dominique y tuve que contenerme para no empezar a cantar, porque estaba seguro de que Miguel y Digby me habían precedido en uno o dos días por aquel romántico camino, de modo que, sin duda, podría alcanzarlos. Era probable que los dos estuvieran aún en Francia y posiblemente en París. Cuando me reuniese con ellos ya no experimentaría aquella sensación de soledad y tendría con quien hablar de Isobel.

Seguro ya de que al día siguiente viviría a costa de Madame la République, podría tomar un fiacre para volver a mi elegante barrio y pasar el resto del día gozando de la libertad y visitando algunos lugares agradables de la capital.

Me proponía ir a los Jardines de las Tullerías, visitar el Louvre, curiosear por las tiendas, cenar en el Bois y, en una palabra, conducirme como un turista que tiene pocas horas y pocos francos que gastar.

Realicé mi programa y a la noche me acosté tan cansado, que quedé sumido en el sueño profundo propio de mi edad.

A la mañana siguiente pagué mi cuenta y salí del Hôtel Normandie, como si me fugase. Poco me importaba convertirme en un soldado y confundirme con toda clase de hombres de baja extracción, pero, en cambio, me desagradaba mucho vivir en un hotel de primera categoría, sin traje que ponerme para la hora de la cena, sin cambiarme de ropa y sin disponer de pequeñas comodidades para hacer mi tocado.

Nuevamente me encaminé a la Rue Saint Dominique y por el camino me dirigí la palabra, diciéndome que si daba orden al cochero para que se volviese atrás, nada había ocurrido aún y, por consiguiente, continuaría siendo libre y podría volver a Brandon Abbas tan pronto como quisiera. Pero la única respuesta que me di fue la siguiente: «Beau. Digby… Debes apoyar y sostener a tus hermanos y compañeros. Además, tienes ante ti la Aventura, el Éxito, la Fama y la Fortuna. Y luego Inglaterra, tu casa e Isobel». Y otras tonterías semejantes.

Una vez en el Bureau de Recrutement, observé que en la sala de espera aguardaban algunos de los hombres que viera el día anterior en la antecámara del, médico. Dos de ellos tenían el tipo de camareros, pero todos parecían ser inofensivos, insignificantes, feos y terriblemente pobres. Entre ellos había algunos que pertenecían a la raza latina y en conjunto aquellos hombres no parecían rufianes ni criminales, sino obreros en extremo pobres y tan preocupados como hambrientos y desprovistos de hogar.

En cuanto me presenté en la oficina del Coronel, éste me dijo:

—¡Ah, mon enfant, parece que no ha cambiado usted de resolución! En fin, le complaceremos en lo que desea.

—Quiero alistarme, mon Commandant —contesté.

—Pues entonces, lea usted este impreso y fírmelo —me dijo suspirando—. Recuerde, sin embargo, que en cuanto haya firmado será usted soldado de Francia, y que estará sujeto por entero a la ley marcial y sin posibilidad de apelar a parte alguna. Sus amigos no podrán rescatarle y su Cónsul no podrá hacer nada por usted durante estos cinco años.



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