Atrapados by Harlan Coben

Atrapados by Harlan Coben

autor:Harlan Coben [Coben, Harlan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


22

Wendy llamó a Walker desde el coche. La llamada fue desviada tres veces hasta que el sheriff descolgó.

—¿Dónde está usted? —le preguntó ella.

—En el bosque.

Silencio.

—¿Han encontrado algo?

—Aún no.

—¿Tendría cinco minutos para mí?

—Ahora estoy volviendo a la mansión. Hay un tío que se llama Frank Tremont y que está a cargo del caso de Haley McWaid.

Ese nombre le sonaba. Wendy había cubierto algunos casos que Tremont había llevado antiguamente. Era un tío mayor, bastante listo y de lo más cínico.

—Le conozco.

—Estupendo. Podemos vernos ahí.

Wendy colgó. Condujo de regreso a Ringwood, aparcó junto a los demás periodistas y se acercó al poli que custodiaba la entrada a la escena del crimen. Sam agarró la cámara y salió detrás de ella. Wendy le paró con un movimiento de cabeza. Sam se quedó anonadado. Wendy le dio su nombre al guardia y la dejaron pasar, cosa que no fue del agrado del resto de los periodistas, que se abalanzaron hacia allí exigiendo acceso. Wendy ni se dio la vuelta.

Cuando llegó a la tienda, otro agente le dijo:

—El sheriff Walker y el investigador Tremont han dicho que les esperase aquí.

Wendy asintió y se sentó en una silla plegable de lona, de esas que utilizan los padres de familia para asistir a los partidos de fútbol de sus hijos. Había docenas de vehículos policiales —unos oficiales, otros no— aparcados de cualquier manera. Había polis uniformados, polis de paisano y varios agentes del FBI con el preceptivo impermeable amarillo. Muchos llevaban ordenadores. En la distancia, Wendy podía oír el ruido metálico de un helicóptero.

A solas, a la entrada del bosque, había una cría a la que Wendy identificó como Patricia McWaid, la hermana pequeña de Haley. Wendy dudaba de que ese fuera el momento adecuado, pero el debate interior no duró mucho. La ocasión la pintan calva. Echó a andar hacia la muchacha, diciéndose que no se trataba de lograr una buena historia a cualquier precio, sino de averiguar qué le había pasado en realidad a Haley y a Dan.

Una nueva teoría empezó a formarse en su cerebro. Patricia McWaid podía disponer de información capaz de confirmarla o desmentirla.

—Hola —le dijo Wendy a la chica.

Y la cría se llevó un pequeño susto. Se dio la vuelta para mirar a Wendy.

—Hola.

—Me llamo Wendy Tynes.

—Ya lo sé —dijo Patricia—. Vives en la ciudad. Sales por la tele.

—Cierto.

—E hiciste un reportaje sobre el hombre que tenía el móvil de Haley.

—Así es.

—¿Tú crees que le hizo daño?

A Wendy le chocó lo directa que se mostraba la chica.

—No lo sé.

—Haz un esfuerzo… ¿Tú crees que le hizo daño?

Wendy le dio un par de vueltas al asunto.

—No, no lo creo.

—¿Por qué no?

—Es una intuición. No tengo motivos para creer algo así. Pero como ya te he dicho, la verdad es que no lo sé.

Patricia asintió.

—Me parece bien.

Wendy pensaba en cómo abordar el tema. Tal vez empezar con algo discreto, como: «¿Estabais muy unidas tu hermana y tú?». Habitualmente, ese era el modo de proceder en cualquier entrevista. Empezar con preguntas inocuas. Relajar al que tienes delante, desarrollar una relación con él, hacerle seguir tu ritmo.



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