¿Quién mató a Alex? by Janeth G. S

¿Quién mató a Alex? by Janeth G. S

autor:Janeth G. S.
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela
publicado: 2017-03-14T23:00:00+00:00


***

No soñé absolutamente nada. Mi subconsciente estaba vacío y oscuro. No había imágenes ni voces en el fondo. Parecía que mi cerebro no funcionaba del todo. O tal vez era yo la que no lo hacía funcionar como debería.

No era algo extraño. Casi siempre tenía sueños llenos de oscuridad, silencio y vacío.

Sin embargo, unas voces empezaron a hacerse presentes. Escuché a Alex llamándome desde muy lejos. Su voz apenas se oía. Quería gritarle que estaba ahí, pero no podía, el sueño seguía siendo oscuro, no había nada.

Alex volvió a gritar mi nombre, esta vez más claro. Intenté moverme, pero no pasó nada, yo no estaba presente en el sueño, sino mi alma… mi cuerpo no existía en esos momentos. No podía abrir la boca, lo cual me desesperaba. El pánico se deslizaba por mi piel, sentía mi cuerpo lleno de sudor. Esto no me había pasado antes. Un terrible dolor se expandía por mi brazo, y gemí sin poder evitarlo.

Luego, mi cuerpo se sacudió deliberadamente: alguien me estaba zarandeando, me sostenía de los brazos y me apretaba con fuerza. La voz se hizo más clara, hasta el punto de que podía escucharla en mi oído. Intenté zafarme del agarre, pero era imposible. Los dedos de aquella persona se incrustaban en mi piel y me sostenían violentamente. Eran unas manos grandes y fuertes. Volví a gemir con frustración, sacudiéndome para apartarme. Quería gritar y golpear a aquella persona sin rostro, pero no podía liberarme.

—Hannah —dijo la voz de Alex de nuevo.

Apreté los ojos.

—Despierta. —Entonces los abrí poco a poco mientras escuchaba la voz susurrar en mi oído, más cerca todavía—. Hannah. —Se escuchó en un murmullo.

Cuando mis ojos se abrieron por completo ya no había oscuridad, sino todo lo contrario. Había luz por todas partes, haciendo que mis pupilas se encogieran y los párpados se entrecerraran. Parpadeé varias veces para acostumbrar mis ojos al resplandeciente brillo de la lámpara de la mesita de noche. Aquello no había sido una pesadilla… había sido algo más. Lo primero que vi fue a Alex. Su rostro pálido me sonreía.

—Ha sido un sueño —resoplé con pesadez, murmurando para mí. Me dolía todo el cuerpo y, por extraño que pareciera, me sentía como si hubiese corrido un maratón.

—¿Ha sido una pesadilla? Llevo horas llamándote —dijo.

Alex seguía en el mismo lugar de la cama, sin acercarse demasiado a mí, ofreciéndome espacio.

—No… yo… ¿Qué hora es? —pregunté soñolienta y con la voz ronca. Fingí un bostezo para intentar cambiar de tema. Las mejillas me ardían por la vil mentira; definitivamente, era una mala actriz.

—Son las dos —dijo.

—¿De la tarde? —pregunté confusa. Todavía sentía dolor en el brazo.

Alex se rio.

—De la madrugada —respondió, mostrándome una sonrisa.

Mis ojos se abrieron como platos. ¡Las dos de la madrugada! En cuanto las palabras salieron de su boca, me levanté de un brinco. No había comido, ni cenado. ¿Por qué no me había despertado antes? ¿Cuánto tiempo llevaba dormida?

—Duermes mucho y tienes el sueño pesado, he tocado aquí mismo una sinfonía y no te has movido ni un centímetro —se burló de mí.



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